
Me gustó su luz, sus espacios que se fueron amoldando conmigo. Crecimos en nuestro entorno y se brindó por completo para contener toda la parafernalia de mis múltiples locuras. Siempre ha tenido ruidos raros o ha llamado mi atención tirando cosas. Porque no, las cosas no se caen solas a media noche.
Después de casi una década he decidido cambiar mi rumbo. Ella sabe que se queda, no me la puedo llevar, y su voz desesperada llama mi atención escondiendo las cosas, rompiéndolas, tirándolas." Eres mi casa" —le digo a sus paredes para tranquilizarla— y aunque me vaya me quedo.

Pero siente el abandono: se van quitando los cuadros de las paredes, se van guardando los libros, se recoge minuciosamente cada prenda, tesoro, herramienta, vajilla, cobija, maleta... ¿cómo no ha de sentir el abandono? ¿Cómo no ha de dolerle sentir que queda sola?
Abrazo sus paredes, qué más puedo. Le susurro que va a estar bien, que va a pasar pronto, que vamos a estar bien...
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