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De los regresos

Primero fue mucha expectación por ir a Horas de Junio, esas horas donde Pina, Luciana, Rosario y tantas otras. Dieciocho años pasaron antes de que fuera, aunque desde el primero tenía ganas de ir a ese encuentro en Hermosillo.
Éste fue el año. Para bien o para mal, finalmente se me hizo y no tengo marcos de referencia para saber si me fue mejor o peor que a otros, pero los comentarios que he escuchado me inclinan a pensar que no me fue tan bien...
Por otro lado, siempre están esos hallazgos de nuevas voces, de poesía sobrecogedora que hace eco en mí, personajes que se quedan poblando mis recuerdos, sorpresas, alegrías.

Y encima de todo, los reencuentros: de Chihuahua y Bogotá, las íntimas amigas que también pusieron su dedo y su intención en este punto del planeta, este punto ardiente de 45 grados a la sombra que es Hermosillo y que no debe su nombre a sus características sino a cierto personaje de su historia pero que de todos modos no es feo y tiene su encanto, sus avenidas, su cerro.
Largas conversaciones en la habitación, muchas risas, juego de cosas compartidas, la sensación de no habernos separado en ningún momento, de estar sencillamente continuando la plática, ponernos al día con las noticias, los libros, los encuentros, tomar una cerveza, andar descalzas, ponernos los brillitos...

Para mí Horas de Junio es irrepetible. Por lo que acabo de escribir y porque no voy a volver... pero ¿quién soy yo para decir la última palabra?

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