El milagro más común
La familia vino al rito, van llegando con sus fotos, películas, relatos. Vienen a hacerse presentes para animar a la pareja: los hermosos jóvenes quieren un hijo, pétalo rosado y tibio de su carne.
Ellos se ponen idénticas pijamas: están sentados en la cama uno al lado de la otra, las sondas conectadas, pendientes del monitor. Colores fosforescentes son sus células y venas, su linfa misteriosa. La callada enfermera supervisa con detalle.
En tanto, los abuelos proyectan diapositivas: niños en la alberca, bebés recién bañados,
criaturas en sus fiestas, los mismos jóvenes cuando pequeños. “Para que se inspiren”.
Salgo, no tengo mucho qué decir en esta ceremonia y me cansa ver tanta tierna infancia. Cuando vuelvo alguien dejó la cabeza de un niño en el lavabo.Tiene frío y abro el grifo de agua caliente.Abre y cierra los ojos agradecido. Demasiada agua ahora, la cabeza casi se pierde por del tubo del desagüe. La rescato a tiempo y pongo más agua caliente.
Sé que todo bebé la necesita para sobrevivir. Esperaré a que alguien la reclame.
La cabecita tibia entre mis manos, su sonrisa, me dicen en secreto que lo increíble volverá a suceder, mientras los jóvenes siguen en cama su sondeo, esperando el milagro más común.
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