Ir al contenido principal

Lo que me dice Steinbeck

De ratones y hombres es el libro de John Steinbeck que me di a la tarea de leer. En resumen se trata de un disímil par de personajes: George es pequeño, ágil y de semblante serio. Lennie es un gigante con fuerza descomunal cuya mente no llegó quizá a los diez años.
Juntos recorren campos de cultivo en California, trabajan donde pueden y viven al día. Pero son diferentes al resto de los trabajadores porque tienen el gran sueño de poseer un tramo de tierra y trabajarla para ellos, aunque claro, encontrarán dificultades para conseguirlo.

Entiendo que el autor retrata a la condición humana, al hombre. Por un lado está el buen juicio, la inteligencia, la seriedad, pero en el otro está la fuerza, que aunque no fuera desmesurada, no sirve de mucho cuando no se sabe qué hacer con ella. Peor aún, puede ser destructiva y autoaniquilante.
Un ser humano disectado es lo que veo en la novela. Un ser que enfrenta situaciones que pudiera controlar si pudiera vencer a los impulsos y prefiriera reflexionar antes de actuar, o si sus fuerzas positivas y negativas estuvieran equilibradas.



Steinbeck, según leo, plantea que un ser humano es incapaz de vivir plenamente cuando está desintegrado, cuando su mente no tiene la fuerza o su pensamiento no tiene el medio que le permita volverse acción, y está condenado a sufrir esa deficiencia expuesto a la explotación y al dolor, condenado a la búsqueda eterna, representada en ese pedazo de tierra que, según otro personaje de la novela, un hombre negro, "sólo existe en la cabeza de los hombres, igual que el cielo: nadie lo ha tenido nunca, todos hablan de eso pero nadie lo tiene ni lo tendrá".
El tono pesimista de ese anciano que ha visto cosas en su vida nos habla de la falta de esperanza que ante la inmensidad de la vida podría sentir el hombre. Y sin embargo sigue caminando y enfrentando las visicitudes que se le presenten, aferrado a sus creencias a o a su fuerza.


Comentarios

Lo que más te gustó

Esta mañana Dr. Chipocles

Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad...

Sorprendente

Hoy tocó la revisión médica de Paola aquí en Ensenada. Le habían pedido que se hiciera unos estudios para ver las condiciones del hígado y una biometría hemática. Tiene ya casi un mes que le disminuyeron los medicamentos, y en lugar de 39 pastillas semanales, ahora toma nueve. La sorpresa para la doctora y la enfermera que la atienden, fue que los resultados del hígado son normales, y no tiene anemia. Dijeron que en 20 años, es la primera persona a quien se da un tratamiento intensivo por seis meses y además, no aparecen secuelas del medicamento. Sí, sorprendente, pero ¿sorprendente? ¿Y las veladoras con las mejores intenciones que llevaron mis amigas poetas a la Catedral en Oaxaca? ¿Y todas esas energías positivas que desde el fondo de sus corazones me enviaron familiares, amigos, conocidos y hasta desconocidos cuando me veían penando por mi hija? ¡Claro que tenía que resultar! Ahí está ella, la princesa del poema Ojos de veladas lunas, ahora radiante, con más dinamismo y con aspecto ...

Cuando ronda la muerte

En realidad todos estamos a las puertas de la muerte. Cuando niños, mis hijos se asustaban cuando yo decía "no sé si mañana voy a amanecer muerta" pero es algo que siempre me ha quedado claro. Lo difícil es aceptar la otra muerte, la de alguien más. Y últimamente he pasado ya algunos sustos. Porque por más que sepamos que es un paso más, nos asusta tener que prescindir de quienes queremos, nos duele no verlos cuando se nos antoje, nos martiriza pensar en no tener más sus palabras... Y ahora pareciera que le toca a él, al más fuerte de mis hermanos. Todos son unos animalotes como siempre he dicho, pero él ha sido diferente. Si se marchó de la casa a los once años con un circo que visitaba Orizaba, es porque era diferente ¿no?. Pasaron años hasta que dimos con él y cuando volví a verlo parecía una estatua: enorme, bien formado, moreno y con un vozarrón que dejaba clara su presencia. Decidió como pocos que viviría la vida a su manera, y ha sido congruente. Por eso ahora me dice...