Originaria del Estado de Veracruz, Liz Durand es en realidad ciudadana de todos lados. Mujer extremadamente sensible y creativa, se ha desarrollado en diferentes expresiones del arte y en distintos estados de la república.
Pintora y poeta, formó parte del grupo de Mujeres Poetas de Azcapotzalco junto con María Elena Solórzano, Juana María Naranjo y otras quienes dieron vida poética a la Casa de la Cultura de Azcapotzalco, a diferentes espacios de la delegación y del Distrito Federal, como bibliotecas, plazas públicas, estaciones del metro, escuelas, etc.
Hace algunos años Liz Durand emigró del Distrito Federal y parece que por fin ha encontrado arraigo en Ensenada Baja California, desde donde nos visita hoy para rememorar aquellos tiempos y aprovecha para presentar sus Poemas en un cuaderno.
En estos textos encontramos la voz que la caracteriza como poeta: de líneas sutiles y diáfanas, Liz no se esconde tras un lenguaje rebuscado o críptico. De fluida imaginación, sus metáforas la muestran como una mujer a veces etérea, otras, enamorada y concreta.
Según Óscar Wong, la poesía es una combinación de inteligencia y emoción. Y Liz tiene bastante de ambos requisitos. Las palabras de Liz expresan dolor, propio y de los otros, como el poema escrito para conjurar la tristeza de ver a su hija al borde de la muerte:
...“Esta tarde volvió a llenarse mi estómago de clavos
ante esa imagen atroz que me atormenta”...
Pero dentro de su dolor Liz recuerda:
“Yo soy fuerte: yo soy madre”
Y Liz aunque no sea fuerte, su condición de madre y poeta, la obligan a resistir ante el miedo y el dolor que le provoca la amenaza de muerte de su hija. ¡Qué gran consuelo poder expresarse como lo hace Liz ante la fatalidad!
Se dice que uno no escoge ser poeta, sino que la poesía nos elige. Y como los poetas auténticos Liz también es capaz de conmoverse con las cosas sencillas de la vida como el milagro de el nuevo día, tal como lo señala en su poema Comienzos:
“Como soñar con la piel y con los pasos.
Como beber la lluvia,
Como querer que siga dando vueltas
el tiovivo feliz del ciclo que comienza”
Tal vez, caracterizar cada día de muertos a la Catrina, le han hecho imaginarse el Monólogo de la muerte:
“Vengo a dar testimonio de que el Tiempo
es el señor de todos los destinos.
Cómo quisiera a veces
Saber lo que es la vida,
cuál es el atractivo
feroz de su conquista!
Más cómo sentir sin venas
cada pálpito,
los síncopes del miedo o la alegría”
Con Liz Durand no se sabe si está contemplando los paisajes de la naturaleza o de su interior ya que encuentra imágenes de insólita belleza:
“Con rumores de grillo se aposenta la noche.
El acolchado sonido del bosque
reclama tramos de oscuridad
para perpetuar su espíritu.
Flota en las briznas que caen desde las flores,
se posa entre pétalos de orquídeas,
se mira en el espejo de las aguas”.
En Liz también hay rebeldía, cuando se asume como parte de la humanidad atravesada por la violencia y la hostilidad que como muchos de nosotros, también a ella le provoca náusea. Sin embargo, no queda más que escribir, escribir y dar testimonio de su época, hablar de lo que siente, piensa y ve porque con seguridad, los poetas escriben de lo que muchos otros ven pero no saben nombrar.
¡Felicidades Liz por tu regreso poético!
Estela Guerra Garnica
noviembre de 2010
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