Ir al contenido principal

El regreso

La poca movilidad que me permite mi columna desde hace semanas es lo que quizá sea parte de lo que percibo en esta enorme metrópoli que es el Distrito Federal. Las distancias son descomunales en tiempo y en esfuerzo, apenas puedo imaginar que viví en esta ciudad que te devora y deja exhausta. Salir a cualquier parte implica ser asediado por el aire enrarecido, las multitudes y el ruido, y al regresar a casa los pies desfallecen y reclaman a gritos su descanso.
Y eso que no pude salir sino uno que otro día, pero decir caminar a la parada del micro o el metro es caminar bastante, y con la dichosa plantilla que ahora debo usar, es bastante incómodo y doloroso. Además los consabidos cuatro pisos ya se sabe que irritan lo que el médico llama sacroilíaco...

Pero esta ciudad, también sabemos, es una encantadora. Tiene tales atractivos que uno termina dispuesto a terminar a punto de colgar los tenis con tal de visitarla, admirarla, caminarla, probarla. En cada esquina hay un asombro, una delicia, un hallazgo. En el café de Bellas Artes, cuando fui de regreso del Instituto de Rehabilitación, tomé un expresso delicioso acompañado de una exquisita copa de zapote negro a la naranja. Tenía unas finas tiritas de cáscara de naranja caramelizadas y doraditas, crocantes en el paladar, que me hicieron sentir al paraíso. Los tacos de moronga en el mercado de Azcapotzalco, de rechupete literalmente porque son tan bien servidos que se desbarata la tortilla. Otro de mole verde perfumado con hoja santa y vein te pesos, y la comida fue estupenda. Tampoco me faltó probar de nuevo los pescuezos de pollo con salsa valentina en la rosticería para el tentempíé de antes de la comida, que, eso sí, cortesía de Alex, fue en Plaza Antara, en un restaurante buenísimo que me obsequió dos copas de mezcal muy fino y donde pedí chamorro alemán, con puré de papa y chukrut.
No fue tanto, pero suficiente para que valiera la pena, ya he dado cuenta de la comida en casa de mi hermana con toda la familia, donde ella, como mayora de cocina, nos agasajó con sus recetas de comida casera y con platillos que sabe que me gustan...
Ahora, con los pies latiéndome como corazones y con el regusto de un helado del Roxy`s y un expresso del Café Europa de Polanco, espero las pocas horas que me separan de abordar el avión que me retorne a casa.
Me queda en las pupilas la extraordinaria visión de un puesto de frutas en el mercado: granadas chinas, nísperos, zapotes negros, guayabas, mandarinas de color naranja subido, en fin, todas esas delicias que o poco se ven, o no se conocen por mis lares...
Para mañana ya tengo cita con el quirpráctico para que me de una buena afinada después de estos excesos, y espero que por la tarde mis amigos me acompañen con una copa de vino para festejar el regereso. Iris, la eterna gran amiga, lista para recogerme en la terminal de autobuses de Ensenada... y la Nube duerme y duerme, ajena por completo al viaje que le espera.

Comentarios

Lo que más te gustó

Esta mañana Dr. Chipocles

Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad...

Sorprendente

Hoy tocó la revisión médica de Paola aquí en Ensenada. Le habían pedido que se hiciera unos estudios para ver las condiciones del hígado y una biometría hemática. Tiene ya casi un mes que le disminuyeron los medicamentos, y en lugar de 39 pastillas semanales, ahora toma nueve. La sorpresa para la doctora y la enfermera que la atienden, fue que los resultados del hígado son normales, y no tiene anemia. Dijeron que en 20 años, es la primera persona a quien se da un tratamiento intensivo por seis meses y además, no aparecen secuelas del medicamento. Sí, sorprendente, pero ¿sorprendente? ¿Y las veladoras con las mejores intenciones que llevaron mis amigas poetas a la Catedral en Oaxaca? ¿Y todas esas energías positivas que desde el fondo de sus corazones me enviaron familiares, amigos, conocidos y hasta desconocidos cuando me veían penando por mi hija? ¡Claro que tenía que resultar! Ahí está ella, la princesa del poema Ojos de veladas lunas, ahora radiante, con más dinamismo y con aspecto ...

Cuando ronda la muerte

En realidad todos estamos a las puertas de la muerte. Cuando niños, mis hijos se asustaban cuando yo decía "no sé si mañana voy a amanecer muerta" pero es algo que siempre me ha quedado claro. Lo difícil es aceptar la otra muerte, la de alguien más. Y últimamente he pasado ya algunos sustos. Porque por más que sepamos que es un paso más, nos asusta tener que prescindir de quienes queremos, nos duele no verlos cuando se nos antoje, nos martiriza pensar en no tener más sus palabras... Y ahora pareciera que le toca a él, al más fuerte de mis hermanos. Todos son unos animalotes como siempre he dicho, pero él ha sido diferente. Si se marchó de la casa a los once años con un circo que visitaba Orizaba, es porque era diferente ¿no?. Pasaron años hasta que dimos con él y cuando volví a verlo parecía una estatua: enorme, bien formado, moreno y con un vozarrón que dejaba clara su presencia. Decidió como pocos que viviría la vida a su manera, y ha sido congruente. Por eso ahora me dice...