El departamento está a 14 grados y casi desde que llegué descubrí que no traje abrigo ni chamarra. Estoy enrollada en una cobija de la Nube, que está envuelta en una sábana de franela de la que no asoma ni los ojos, y tengo puestos dos pares de calcetines, unos míos y otros enormes de mi hijo. Mis dedos saltan erráticos por el teclado porque tengo las manos congeladas y me di a la tarea de encender velas por todo el departamento para intentar calentarlo.
Me gustaría que mañana hiciera menos frío, pero sé que no puedo ser tan optimista. así y todo, creo que vendrán algunos amigos a la presentación de mi poemario. Las generosas presentadoras, Estela Guerra y María Elena Solórzano, invitan el café o chocolate para el frío durante la lectura. Mi amiga Alicia Olivera quedó de traerme un rebozo porque no traje con qué cubrirme el pescuezo y no tolero el aire helado. Mauricio dijo que necesito ir por unos guantes, a ver si al rato en el centro de Azcapotzalco, donde hay de todo como en botica...
Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad...
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