Ni con los tantos días de forzado descanso he podido recuperar la salud por completo, de modo que sigo desparramando virus a diestra y siniestra aunque claro que en menos cantidad que al mero comienzo. He terminado de tomar el medicamento prescrito y no observo que me dirija a una pronta recuperación.
Me pregunto si es debido a aquello de "No es lo mismo los tres mosqueteros"... o sencillamente traigo bajas las defensas.
Y la nota de este día: el mal servicio de Telnor. Resulta que cuando quise "conectarme" -entiéndase a internet- nomás no se pudo, sólo apareció el terrorífico letrero de "Usted no se encuentra conectado a internet" (y hágale como pueda). Llamé al servicio técnico luego de una eternidad escuchando grabaciones y marcando opciones, y finalmente un energético chico me preguntó lo necesario para poderme indicar que mi módem estaba dañado. Se puso a generar una orden de cambio que le diera un numerito con el cual yo debía pasar a la tienda Telnor a recoger mi nuevo equipo.
Salí disparada debido a que mañana, como dijo el joven, no abre la tienda y no quería quedarme desconectada todo ese tiempo.
Llevé el aparato pero la señorita que luego de terminar de platicar con su compañera me atendió, dijo que necesitaba un cable. Le dije que el joven dinámico no me dijo que tenía que llevarlo cuando le pregunté y ella insistió en que no había modo si no llevaba el cable. Le argumenté que el aparato no funciona, por tanto para qué el cable pero no hubo modo, se molestó y me mandó por el cable.
Salí como raya pa mi casa por el méndigo cable y de regreso, en cuanto la señorita me vio, se puso a atender a otras personas. Se tardó lo más que pudo y cuando no había nadie más que yo, entré al cubículo, me senté y me dijo "Ahorita la llamo, voy a hacer una llamada". Yo fingí una demencia impresionante y me quedé sentada inmóvil. Marcó un número en el que para su mala suerte no le contestaron y continuó con su agenda: ahora sí le contestó una amiga. La empleada le preguntó que si fue larga la línea -para cruzar a San Diego, se entiende-, que qué tal las compras, etcétera etcétera.
Mientras tanto me pidió una identificación y luego de mover algunas teclas puso enfrente de mí, sobre el escritorio, el nuevo equipo, haciendo una seña para que ya me fuera, sin dejar de conversar en ningún momento por el teléfono.
Naturalmente que antes de salir pedí el nombre y número de la supervisora y de inmediato puse mi queja.
El final, sin embargo, es feliz, puesto que ya estoy conectada y me he recuperado del berrinche en Telnor, a no ser que los espasmos que comienzo a percibir en un costado del estómago se deban a lo mismo...
Me pregunto si es debido a aquello de "No es lo mismo los tres mosqueteros"... o sencillamente traigo bajas las defensas.
Y la nota de este día: el mal servicio de Telnor. Resulta que cuando quise "conectarme" -entiéndase a internet- nomás no se pudo, sólo apareció el terrorífico letrero de "Usted no se encuentra conectado a internet" (y hágale como pueda). Llamé al servicio técnico luego de una eternidad escuchando grabaciones y marcando opciones, y finalmente un energético chico me preguntó lo necesario para poderme indicar que mi módem estaba dañado. Se puso a generar una orden de cambio que le diera un numerito con el cual yo debía pasar a la tienda Telnor a recoger mi nuevo equipo.
Salí disparada debido a que mañana, como dijo el joven, no abre la tienda y no quería quedarme desconectada todo ese tiempo.
Llevé el aparato pero la señorita que luego de terminar de platicar con su compañera me atendió, dijo que necesitaba un cable. Le dije que el joven dinámico no me dijo que tenía que llevarlo cuando le pregunté y ella insistió en que no había modo si no llevaba el cable. Le argumenté que el aparato no funciona, por tanto para qué el cable pero no hubo modo, se molestó y me mandó por el cable.
Salí como raya pa mi casa por el méndigo cable y de regreso, en cuanto la señorita me vio, se puso a atender a otras personas. Se tardó lo más que pudo y cuando no había nadie más que yo, entré al cubículo, me senté y me dijo "Ahorita la llamo, voy a hacer una llamada". Yo fingí una demencia impresionante y me quedé sentada inmóvil. Marcó un número en el que para su mala suerte no le contestaron y continuó con su agenda: ahora sí le contestó una amiga. La empleada le preguntó que si fue larga la línea -para cruzar a San Diego, se entiende-, que qué tal las compras, etcétera etcétera.
Mientras tanto me pidió una identificación y luego de mover algunas teclas puso enfrente de mí, sobre el escritorio, el nuevo equipo, haciendo una seña para que ya me fuera, sin dejar de conversar en ningún momento por el teléfono.
Naturalmente que antes de salir pedí el nombre y número de la supervisora y de inmediato puse mi queja.
El final, sin embargo, es feliz, puesto que ya estoy conectada y me he recuperado del berrinche en Telnor, a no ser que los espasmos que comienzo a percibir en un costado del estómago se deban a lo mismo...
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