Ven, siéntante, te invito a estarte quieta un rato. Olvida que no puedes moverte, que tu columna ruge con estrépito y escupe su baba negra de dolor. Prueba a estar así tan solo, sin decision alguna que te lleve al camino ni a la danza. Así, sentada, quieta. Palpitante tan sólo en el lugar de la laceración, sin ánimo ni prisa para desencadenar pasos, movimientos, apuraciones. Una muñeca rota, eso es, eso eres por lo pronto, la muñequita plana de papel que dibujó Alejandra aquella noche. Tapoco tienes a dónde ir, cargada como estás de dudas y de noches, acosada por esa especie de desesperación, crónica que produce caries en tus horas y tus días, levanta postemillas que punzan en horas inoportunas, se inflama en calentura y te vuelve densa, tumefacta, desvalida. Quédate como estás, echada de costado pero no maja desnuda sino flaca y sola, sitiada por dolores que están fuera de tí, acosada por dardos que preguntan cuándo o hasta cuándo. Así, no muevas la cadera que se te quiebra la cint...
Retrato de mis días, aventuras en la pintura, la poesía y demás estancias