Sí, la oscuridad -que toma su tiempo, dicen- tiende su velo sobre los restos de la tarde. Mi corazón arde, mis manos arden, arde mi imaginación. La música es el fuelle, pero las gotas que dejó la lluvia sobre el techo cayendo en mi patio son el pulso que me mueve las manos, ciegas y locas por crear.
Se me atraviesa la llave del sur que trajo una ave amiga, tan hermosa que todos habrán de verla.
Siguen la música y la lluvia, ya comienzan las manos a buscar los hilos que tejan las urdimbres de la llave, que borden las roturas de corazón, que impregnen con la noche las puntadas, ensartadas con la punta de una estrella.
Se teje y se borda así cada noche, cada latido, cada enloquecimiento, cada imaginación...
Se me atraviesa la llave del sur que trajo una ave amiga, tan hermosa que todos habrán de verla.
Siguen la música y la lluvia, ya comienzan las manos a buscar los hilos que tejan las urdimbres de la llave, que borden las roturas de corazón, que impregnen con la noche las puntadas, ensartadas con la punta de una estrella.
Se teje y se borda así cada noche, cada latido, cada enloquecimiento, cada imaginación...
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