Ir al contenido principal

En contacto

Aquí de nuevo enfrentando a la noche que  me pone de postura incómoda con esta torcida y -según ella- vieja columna. Huesos con historia propia que viven dentro de mi, que se supone me sostengan -y lo hacen- sólo que al parecer están más cansados que yo y por eso protestan, más de noche, como digo, porque no hallan esa postura especial y excéntrica que les acomode.
Pero como no todo en la vida son huesos, sino que hay tantas otras cosas afuera y adentro de una misma, me propongo explorar por el demás paisaje: la memoria es siempre de mis favoritos.

Afortunadamente poseo una memoria que gusta del detalle y se fija como fotografía. Si me voy a la distancia encuentro cosas: hoy por la tarde platicaba sobre una prenda de vestir que me tejió mi madre cuando estaba yo jovencita, un chaleco largo hasta la rodilla en color rosa fuerte, calado, que usaba con unos pantalones de terlenka a la cadera color tuequeza acampanados con pata de elefante. Llevaba pantyblusa y por calzado unos huaraches con una flor en el dedo gordo, con las uñas pintadas de color lila. Ya imagino sus sonrisas si pueden imaginarse el desfiguro. Claro, era un poco la moda, pero yo siempre he sido así, un poco excéntrica. Eso lo heredó mi columna, que siempre está llamando la atención en vez que quedarse derechita...

También en ese mismo terreno de la memoria, pero en el Departamento de Emociones hay mucho qué disfrutar. Vivamente me viene primero aquella que sentí cuando vi a mi hijo Mauricio de meses, sentado ya solito en el sillón de la sala, con la ventana detrás de él. Entraba un rayo de sol que quiso atrapar con sus manitas, y al resultar imposible. la sorpresa que se dibujó en su rostro me hizo sentir muchas, muchas cosas. Era un poco ver lo que es la vida: la tienes enfrente, la ves, y a ver agárrala...

¿Una emoción infantil? El cálido sobresalto que me asaltó en la primaria durante la presentación de los bailables de sexto año. Me tocó bailar El Tilingo, jarocho. Mi compañero de baile, al final y como marca la danza, debía poner su cara junto a la mía y tapar ambas con el sombrero, pero sus labios me rozaron y toda yo por dentro pegué un brinco...

En el Departamento de las Carcajadas, que no es muy grande que se diga, me visita el recuerdo de mi hermano Jared que en paz descanse. Era una tarde muy bonita y yo había decidido dedicarla a la belleza haciéndome unos "tratamientos". Ahora sé que a esa edad no se requiere nada de eso en absoluto, pero entonces lo creía indispensable.
Estaba sola en casa, mis hermanos andaban por el patio y mis padres no estaban. Desde la ventana vi que mi hermano venía subiendo las escaleras y fui a su encuentro. Cuando estaba llegando a la puerta vio algo que le causó tanto terror que se echó a correr. Yo lo seguí sin siquiera mirar para atrás con tal de no ver lo que lo aterraba, y claro, por mi parte siempre he creído que gritar ayuda, así que salí detrás de él pegando chillidos de loca y tratando de alcanzarlo, porque ya sabemos que el miedo pone alas...

Lo agarré de la camisa y al fin se detuvo y me miró pelando tremendos ojos, preguntando si era yo, primero sorprendido, después enojado y luego carcajeado. Sucedió que se me había ocurrido ponerme una mascarilla en el pelo, que usaba yo bien largo, y me me había quedado tieso. Además, para la cara había yo cocido flores de manzanilla con todo y tallo y las había machacado con un poco de aceite para ponérmela en la cara. ¡Claro que mi hermano lo que vio antes de llegar a casa era todo un espantajo y corrió!

Uff, creo que todo este tropel de memorias deberá esperar para otra ocasión para ser compartido. Simplemente voy a disfrutarlas.

Comentarios

Lo que más te gustó

Esta mañana Dr. Chipocles

Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad...

Sorprendente

Hoy tocó la revisión médica de Paola aquí en Ensenada. Le habían pedido que se hiciera unos estudios para ver las condiciones del hígado y una biometría hemática. Tiene ya casi un mes que le disminuyeron los medicamentos, y en lugar de 39 pastillas semanales, ahora toma nueve. La sorpresa para la doctora y la enfermera que la atienden, fue que los resultados del hígado son normales, y no tiene anemia. Dijeron que en 20 años, es la primera persona a quien se da un tratamiento intensivo por seis meses y además, no aparecen secuelas del medicamento. Sí, sorprendente, pero ¿sorprendente? ¿Y las veladoras con las mejores intenciones que llevaron mis amigas poetas a la Catedral en Oaxaca? ¿Y todas esas energías positivas que desde el fondo de sus corazones me enviaron familiares, amigos, conocidos y hasta desconocidos cuando me veían penando por mi hija? ¡Claro que tenía que resultar! Ahí está ella, la princesa del poema Ojos de veladas lunas, ahora radiante, con más dinamismo y con aspecto ...

Cuando ronda la muerte

En realidad todos estamos a las puertas de la muerte. Cuando niños, mis hijos se asustaban cuando yo decía "no sé si mañana voy a amanecer muerta" pero es algo que siempre me ha quedado claro. Lo difícil es aceptar la otra muerte, la de alguien más. Y últimamente he pasado ya algunos sustos. Porque por más que sepamos que es un paso más, nos asusta tener que prescindir de quienes queremos, nos duele no verlos cuando se nos antoje, nos martiriza pensar en no tener más sus palabras... Y ahora pareciera que le toca a él, al más fuerte de mis hermanos. Todos son unos animalotes como siempre he dicho, pero él ha sido diferente. Si se marchó de la casa a los once años con un circo que visitaba Orizaba, es porque era diferente ¿no?. Pasaron años hasta que dimos con él y cuando volví a verlo parecía una estatua: enorme, bien formado, moreno y con un vozarrón que dejaba clara su presencia. Decidió como pocos que viviría la vida a su manera, y ha sido congruente. Por eso ahora me dice...