Paraíso de lluvia
Esta llovizna firme
que me transforma en agua
todos los recuerdos,
que lava mis distancias
y me las deja con olores intactos,
que me lleva a los tiempos frutales de niñez,
al territorio donde copos de nubes señorean.
Esta lluvia,
digo,
esta señora cantarina
arrulladora de noches y mañanas
que se presenta siempre con chales hechos bruma
y se perfuma con café, coqueta;
esta lluvia nutriente de los verdes,
de cañales que le muestran reverencia
y de flores que le ofrendan sus tres tiempos,
es la lluvia que hermana los dolores
que las almas terrestres adormecen.
Es un listón de agua donde se anuda la sed.
Un pájaro que vuela en gotas
que jamás abandonan Paraíso.
Es una lluvia que bautiza a sus mujeres
y hace dulces sus voces.
Es una lluvia propia, delgada y amorosa,
sin truenos en la voz ni agujas en el agua.
Esta llovizna puede tocar mi corazón,
llenarlo de burbujas perdurables
y dejarlo como un ojito de agua
en el pequeño Paraíso
que desde esta madrugada
me ha nacido en el pecho
y me acompaña.
Paraíso de Cartago, Costa Rica.
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