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¡Ay Nanita!

Típica frase mexicana para cuando algo nos asusta. Y es que la verdad, una visita al dentista es lo menos que te hace exclamar, si no por lo que te van a hacer, por lo que van a cobrar...
Esta vez le tocó a Alex, yo hace año y medio que me las vi negras con todo lo que me hicieron.
Pero por dicha conocí a un odontólogo en el taller de pintura del maestro Merino y recién solicitamos un diagnóstico para Alex, que por haber perdido un diente en la infancia gracias a una patineta, ha venido cargando con problemas.
Estuvimos puntuales a las diez y media y el doctor y su hijo comenzaron a trabajar en seguida. El caso se puso peliagudo pero al final parece que dominaron a los dragones y alrededor de las dos de la tarde pudimos ir a casa.
Ahora Alex se siente optimista porque al parecer mi colega y odontólogo trabaja super bien, y sobre todo, mi marido no salió traumado ni afligido. Seguiremos al pie de la letra las consultas que al parecer me llevarán directamente a estar casada con el nuevo galán cinematográfico de los alrededores...o al menos, con el poseedor de la más refulgente y nuevecita sonrisa.

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