
Aquí siguen helados los vientos, se vive un eterno febrero y no terminamos de acostumbrarnos todavía a la falta de calor, aunque tampoco lo deseamos.
Mi dolencia por fortuna aminora y me permite más movilidad y menos queja.
Pabla me trajo ayer otro nieto peludo: un Yorki de cuatro meses que nos puso a babear alelados y envidiosos, y puso a mis perros un poquitín celosos. Comprobado: La Nube no tiene instintos maternales ni cosa que se le parezca. Estuardo, por su parte, se limitó a no prestar su juguete.
Trabajo más en la pintura, he comenzado un ciclo de autorretrato que me cuesta muchísimo porque al parecer me veo como nadie más me ve... no sé si es el ojo demasiado crítico o el cariño de mis semejantes lo que hace que no coincidamos en el parecido.
Preparo el curso de verano para el caso de que pudiera yo armarlo aquí en casa. Extraño a los niños, luego de trabajar cada día de la semana en la escuela de Monterrey, empiezo a sentir ansiedad por no tenerlos cerca.
Sembré lo que en Veracruz conocemos como tulipán y ya está dando flores. La plantita de chile al parecer se resintió por el frío y no sé si se recupere. Pero este fin de semana trajimos una hortencia que no tardo en sembrar.
Ayer me levanté tarde y abrí la cortina de la ventana para ver la calle. Es algo muy especial para mí estar en mi cama viendo pasar autos y gente, me hace sentir verdaderamente privilegiada por no tener que salir a una hora temprana y correr hacia el trabajo. Me hace sentir que veo pasar la vida, por eso sólo de vez en cuando lo hago...
Comentarios