
De raíz enfangada,
difícil desarrollo de las células,
pobre en calcio,
falta de fuerza,
digna del mejor corsé ortopédico…
De escasa lucidez
para encontrar el ágil
paso de gacela
que requiere el amor,
las esquirlas tatuadas
en inútiles discos de terror y delirio,
redobles puntiagudos
en la tiesura de la cama,
atravesada a la noche
como a una cruz helada.
¿De dónde -pregunto-
de quién viene esta artera columna
a quebrarme los pasos?
¿En dónde queda el territorio ingrávido
en donde pueda caminar sin huesos?
Mis vértebras tapiadas
combaten a la fiebre
y debajo del rayo que les lanza el dolor
encuentran una luz apenas tibia que rescata,
un aire que deshace los clavos,
un aliento que impulsa -definitivo- al salto.
Como ven, me aqueja el dolor de antaño, que me había dejado en paz al menos durante todo el invierno, lo que no es poca cosa. El domingo al salir de casa creo que dí mal un paso y ahora tengo aquí a la consecuencia. Ayer Paola me llevó al súper, yo con bastón y en el almacén en silla de ruedas pero no pude comprar porque sí me sentí mal. Hoy estoy como ayer, ni mejor ni peor aunque quiero pensar que necesariamente estoy mejor...
En fin. Yo por eso quiero mi autobús amarillo.
El cuadro es una técnica mixta, de la serie Tramas.
Comentarios