Como buena veracruzana de Orizaba, y como todo ciudadano del mundo, el café es para mí una opción permanente: para el frío, para el calor, para la pena, para el dulce, para la amiga, para la familia, para el difunto, para todo pues.
Tomar café bien merece, además de tu ritual de molido y preparado, ser servido con gracia, en homenaje a lo que rinde.
Además, las tardes bordando con las amigas, con la familia o en soledad proveen, junto con una taza de café, gratísimos momentos en los que la música o el silencio nos llevan a la evocación, a las memorias, al contacto interior.
Por esas y tantas razones, aquí mi bordado en honor del café.
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