Por fin se cierran las puertas del salón. Desfilaron 365 días colmados de cuanta cosa, para bien o para mal. Hacer recuento ahora es ocioso, quizá sea mejor una reflexión personal, íntima, que si embargo comparto porque como todo mundo sabe, estoy hecha de todo lo que me rodea, de lo que he recibido, de lo que he podido dar, de lo que con tanta generosidad me han regalado. Así que pienso: más allá de la circunstancia que me condujo a trasladar mi lugar de residencia a un lugar alejado por más de tres mil kilómetros, más allá de haberlo hecho cuando menos lo esperaba aunque tuviera planeado hacerlo en algún momento de mi vida; más allá de las vicisitudes que implicó el periplo; más allá de la pena y el miedo por la pérdida... me encuentro conmigo todavía. Aquí, en este nuevo hogar que me aloja con las paredes aún frías, sin muchos ecos de tertulias o poesía, con ruidos nuevos, diferentes, con grietas enmohecidas por el clima y aromas de humedad desconocidos. Sola en este nuevo hogar...
Retrato de mis días, aventuras en la pintura, la poesía y demás estancias