Gastan las horas toda el agua del cielo.
Sin dramas ni truenos, pertinaz, cae la lluvia
azogue de las calles que se vuelven insondables.
Suave arrullo la lluvia, penetra a las raíces,
tiende una capa verde sobre los árboles
y extiende el fulgores mullidos en los cerros.
Crece los brazos de los ríos que van al mar,
sacude embarcaciones perdidas en el sueño
eriza la piel del océano y hasta la luna se nubla.
Lava las costras de ciudades enormes
y se lleva sus barquitos de papel
a donde sólo ella, la lluvia, puede verlos.
Sin dramas ni truenos, pertinaz, cae la lluvia
azogue de las calles que se vuelven insondables.
Suave arrullo la lluvia, penetra a las raíces,
tiende una capa verde sobre los árboles
y extiende el fulgores mullidos en los cerros.
Crece los brazos de los ríos que van al mar,
sacude embarcaciones perdidas en el sueño
eriza la piel del océano y hasta la luna se nubla.
Lava las costras de ciudades enormes
y se lleva sus barquitos de papel
a donde sólo ella, la lluvia, puede verlos.
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