Horas y horas con el cielo dejando caer sus aguas sobre esta tierra seca y lejana... un sonido distinto al de la lluvia que cae en los mullidos bosques de mi tierra, y sin embargo, la misma. Falta el verde olor de la tierra húmeda que perfumó mis días de infancia, cuando imaginaba que las gotas eran paraguas pequeñitos y me subía a una tabla en el patio para jugar a remar rumbo al mar, a donde oía decir que iban todas las aguas y a donde esperaba que llegaran mis barquitos de papel llenos de flores.
En el cruce del tiempo y los espacios vivo en tanto la lluvia. Su voz mojada deja el tejado de la memoria lleno de reflejos, y en mi corazón el ansia del regreso a aquellos días nublados llenos de luciérnagas y juegos, de cantarinas aguas en el río a un lado de la casa, de olores a leña por algunas calles y nubes como rebozos alrededor de las copas de los árboles.
El tiempo ni el agua han podido enmohecer estos recuerdos que acicalo para que me acompañen en la futura travesía, el regreso, el reencuentro con la raíz, los sonidos, la luz, el aire, la otra vida que me espera allá, en ese otro lugar que está esperando mi llegada a las faldas de un volcán que besa estrellas.
En el cruce del tiempo y los espacios vivo en tanto la lluvia. Su voz mojada deja el tejado de la memoria lleno de reflejos, y en mi corazón el ansia del regreso a aquellos días nublados llenos de luciérnagas y juegos, de cantarinas aguas en el río a un lado de la casa, de olores a leña por algunas calles y nubes como rebozos alrededor de las copas de los árboles.
El tiempo ni el agua han podido enmohecer estos recuerdos que acicalo para que me acompañen en la futura travesía, el regreso, el reencuentro con la raíz, los sonidos, la luz, el aire, la otra vida que me espera allá, en ese otro lugar que está esperando mi llegada a las faldas de un volcán que besa estrellas.
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