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La visita del miedo

Me despertó el celular antes de las seis de la mañana. Una de mis hermanas, acompañada de otro hermano, está internada en el hospital. La habían operado hace poco más de una semana y ahora hay complicaciones, aparentemente debido a la mala intervención quirúrgica.
Me informan del estado de ella, de los estudios aparentemente interminables que habrá que hacerle, de los varios días que deberá estar internada y así.
Estoy a tres mil quinientos kilómetros de distancia e imposibilitada económicamente para acompañarla gracias a la crisis económica a la que nos lleva la falta de empleo y demás parafernalia de nuestros absolutamente indolentes, ignorantes gobernantes.

Entonces, con esa luz roja encendida en mi cerebro y en mi corazón, sigo viviendo las horas de cada día, y hago mis deberes escolares con el miedo debajo, y preparo la comida con ese latido adentro, y voy a clases, converso con personas, alimento a mis perras y todo con ese miedo latiendo entre las venas porque un pre diagnóstico que nos han dado no resulta favorable.

Allá, acosada por procesos desconocidos y temibles está ella, la hermana pequeña, hermosa y morena, sin saber qué le depara el diagnóstico. Ignora lo que nosotros sabemos porque no hay un diagnóstico definitivo o certero. Sólo siente dolor, fatiga y miedo. Como yo.

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