Otra vez el dichoso monólogo sobre la menopausia. O sea, cuando te agarra, te cae por todo lado. Así que no es nada más pasar por los insomnios y los sofocones, los que provocan los calorcitos y los que provoca el humor de los mil diablos con que a veces -muuuuy a veces- andamos por la vida desde que amanece y ve uno que va a pintar difícil porque sólo mirar a un lado al marido disfrutando de su sueño como angelito o como diría mi abuela “como si no debiera nada”, se pone una furiosa. Eso en el peor de los casos, porque en el “menos peor”, se echa una a llorar nomás de ver a dónde vino a dar su vida. Entonces se acuerda una -porque sí, a veces una sí se acuerda- que está en la edad “interesante”, no hay razón para usar términos peyorativos, y tiene una un cúmulo de experiencias que en ciertos casos llaman “sabiduría” pero nosotras sabemos que además de sabias, la edad nos hace inevitablemente menopáusicas. ...
Retrato de mis días, aventuras en la pintura, la poesía y demás estancias