
Aquí estamos con todo nuestro enorme tamaño queriendo
acomodarnos con todo y cosas en un minúsculo avión. Mi equipaje de mano resultó
enorme para esas pequeñas guanteras en donde no puedo entrar y debo acomodarlo
pero bajo el asiento tampoco logré hacerlo y amenazan con irlo a documentar…
¡pero si es mi computadora, mi monedero y un libro! Aunque claro, vienen las
carpetas con documentos y poemas. La azafata se empeña en cumplir su cometido y
sacude, voltea, aplasta mi maletita para que quepa y nada… se lo tendrán que
llevar a documentar pero le avisan que tampoco hay espacio. Entonces le viene
una iluminación a la chica –que la salva de un síncope de frustración- y me
indica que le saque lo que pueda. Tomo mi celular, mi cartera, mi libro y la
compu para que ahora sí, debidamente comprimida, quepa la maleta mientras yo
llevo en las piernas lo mencionado, afortunadamente traigo mi inseparable
rebozo donde puedo envolverlas para que no rueden por todo lado en caso de que
me pudiera yo mover porque desde luego la dimensión del espacio está medida con
tal precisión que ni un solo pelito puede estar fuera de su lugar, cuantimenos
las piernas aunque no quepan, y así…
Y yo que me preguntaba si nos darían algo de comer en el
avión… a menos que sean píldoras, no veo cómo.
…Pero volamos, estamos ya a la altura de las nubes y
contrario a mis cálculos nada indica que no podamos llegar, a menos, desde
luego, que esté signado ya en nuestro destino, lo cual sería un poco terrible
pues como dije al principio, qué poca gracia sería quedarse en un lugar tan
pequeñajo y pobre para las grandes pretenciones que cargamos a cuestas en
enormes malestas… (aunque siempre quedaría como un intento de volar).
Vuelo Tijuana-Cd. Juárez , octubre 2015, 14:00
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