El sueño que tuve me despertó vivamente con una sensación amarga. No entiendo lo que pasa, ese sueño puede que remonte a hace cuarenta años, estaba segura de haber superado todo eso y ahora, inesperadamente, cuando estoy todavía celebrando mi cumpleaños 59 por tener alegría y salud, ¡zaz! aparece este sueño que refleja en cierto modo, de la manera en que lo hacen los sueños, mi pasado.
Me levanté metida en la situación y de inmediato quise hacer lo que fuera para distraerme y disipar esa amarga emoción de extrañeza que me hacía pensar en que no era la mejor manera de iniciar mi día.
Para colmo tendría una sesión de retrato, no sabía qué ponerme y no quería verme cruda como bolillo sin hornear.
Me probé varias mudas de ropa, si negra, si clara, si con escote, si así o asá... hasta que me agarraron las carreras y ya me quedé con lo último que me probé, el pelo no se me quiso acomodar y a duras penas puse rimel a las pestañas diminutas porque si no ni se ven. Para colmo, justo cuando estoy poniendo el café llega el fotógrafo y no gracias, no quiere café, así que dejo ahí el mío para que iniciemos de inmediato la sesión.
Pequeña distracción, apenas sesenta minutos que me separaron del estado onírico que regresó en cuando cerré la puerta despidiendo al amigo.
Para procurarme distracción pongo la música y he aquí que es la más adecuada para el estado en que me encuentro, de dónde rayos salen todas estas coincidencias, no sé si nadar contra la corriente o ahogarme un poco en esta sensación extraña de sueño, tristeza y amargura pero lo que sí sé es que no, nunca he querido quedarme ahí, no arrastro rencores, no quiero tener malos sentimientos y mis recuerdos están curados ya para que no me duelan.
Pero el sueño es mi otro mundo, otros mundos, ahí a veces me pierdo o me encuentro o me reencuentro, me hago joven, veo niños a mis hijos, regreso a caminar por una de mis escuelas encontrando y saludando a mis compañeras, converso con un director, pido recetas a las vecinas y no, nunca vuelo. Quizá no lo necesito, estoy convencida de que para mí ni aire ni agua, la tierra es mi elemento.
Entonces, esa otra vida o sueño ¿qué me dice? Bueno, quizá simplemente que no existe el olvido. No pasa nada, mientras exista el perdón.
Me levanté metida en la situación y de inmediato quise hacer lo que fuera para distraerme y disipar esa amarga emoción de extrañeza que me hacía pensar en que no era la mejor manera de iniciar mi día.
Para colmo tendría una sesión de retrato, no sabía qué ponerme y no quería verme cruda como bolillo sin hornear.
Me probé varias mudas de ropa, si negra, si clara, si con escote, si así o asá... hasta que me agarraron las carreras y ya me quedé con lo último que me probé, el pelo no se me quiso acomodar y a duras penas puse rimel a las pestañas diminutas porque si no ni se ven. Para colmo, justo cuando estoy poniendo el café llega el fotógrafo y no gracias, no quiere café, así que dejo ahí el mío para que iniciemos de inmediato la sesión.
Pequeña distracción, apenas sesenta minutos que me separaron del estado onírico que regresó en cuando cerré la puerta despidiendo al amigo.
Para procurarme distracción pongo la música y he aquí que es la más adecuada para el estado en que me encuentro, de dónde rayos salen todas estas coincidencias, no sé si nadar contra la corriente o ahogarme un poco en esta sensación extraña de sueño, tristeza y amargura pero lo que sí sé es que no, nunca he querido quedarme ahí, no arrastro rencores, no quiero tener malos sentimientos y mis recuerdos están curados ya para que no me duelan.
Pero el sueño es mi otro mundo, otros mundos, ahí a veces me pierdo o me encuentro o me reencuentro, me hago joven, veo niños a mis hijos, regreso a caminar por una de mis escuelas encontrando y saludando a mis compañeras, converso con un director, pido recetas a las vecinas y no, nunca vuelo. Quizá no lo necesito, estoy convencida de que para mí ni aire ni agua, la tierra es mi elemento.
Entonces, esa otra vida o sueño ¿qué me dice? Bueno, quizá simplemente que no existe el olvido. No pasa nada, mientras exista el perdón.
Comentarios