Ir al contenido principal

Pequeño relato


Se me antojaron tamales para desayunar. En la zona, antes de que llegáramos al lugar donde nos citaron, vi de camino un mercado muy cerca, así que le dije a mi hija que mientras esperábamos, yo iría por tamales.
Como todos los mercados, está lleno de olores y colores, aunque todavía no hay demasiada gente. 
Tengo la sensación de haber estado ya antes, de modo que me dirijo al fondo a preguntar por el señor que vende tamales. Me encuentro directamente con él, y le hago mi encargo. Dice que está en un puesto prestado y que nos tenemos que mover, poniendo una mesa de tijera en mis manos y señalándome el inicio del corredor con un gesto de la cabeza. Puedo darme cuenta de que es el mismo, pero ha pasado el tiempo...
Llevo la mesita y la abro para que ponga el canasto de tamales cuando llegue. Me acomodo en una silla y espero.
Pasa demasiado tiempo pero no sé bien cuánto porque he estado leyendo y ya se sabe que cuando lee uno, el tiempo se transforma y pueden pasar años.
De todos modos, considero razonable ir a buscarlo, pues como tenía un montón de gente cuando llegué, quizá eso lo haya demorado. Para mi sorpresa, ya no está, y la dueña del puesto me indica que terminó su venta y se fue.
¡Vaya educación! Y lo más seguro es que se me esté haciendo tarde para la cita, así que salgo corriendo de regreso.

Ilustración de Belén Segarra 


No supe por dónde llegué, y estoy pensando que tomé un camino equivocado porque he caminado bastante y no encuentro el edificio donde está mi hija esperando, junto con mi marido. Y como sólo me traje una bolsa para los tamales y el monedero, no tengo cómo comunicarme.
Ese puente de enfrente con jardines abajo no estaba, estoy segura... es decir, tomé otro camino y estoy perdida.
Es como si las cuadras se hicieran más largas, o los pasos más chiquitos, o el tiempo se convirtiera en nada, el caso es que siento que no puedo caminar más, estoy cansada y ansiosa porque mi gente no sabe dónde estoy, y si van al mercado a buscarme, nadie sabe nada de mi.

Me regreso hacia el puente, me parece que del otro lado estará la calle que debí tomar, aunque con las vueltas que ya he dado, lo más seguro es que quién sabe. Busco en la bolsa que tomé para llevar los tamales y está el pequeño teléfono móvil de mi hija pero me es imposible desbloquearlo y no puedo llamar. 
Estoy cansada y me llama la atención sentirme tan asustada, está bien que ya se hizo de noche pero ¿quién puede perderse así en una ciudad?

Comentarios

Lo que más te gustó

Esta mañana Dr. Chipocles

Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad...

Sorprendente

Hoy tocó la revisión médica de Paola aquí en Ensenada. Le habían pedido que se hiciera unos estudios para ver las condiciones del hígado y una biometría hemática. Tiene ya casi un mes que le disminuyeron los medicamentos, y en lugar de 39 pastillas semanales, ahora toma nueve. La sorpresa para la doctora y la enfermera que la atienden, fue que los resultados del hígado son normales, y no tiene anemia. Dijeron que en 20 años, es la primera persona a quien se da un tratamiento intensivo por seis meses y además, no aparecen secuelas del medicamento. Sí, sorprendente, pero ¿sorprendente? ¿Y las veladoras con las mejores intenciones que llevaron mis amigas poetas a la Catedral en Oaxaca? ¿Y todas esas energías positivas que desde el fondo de sus corazones me enviaron familiares, amigos, conocidos y hasta desconocidos cuando me veían penando por mi hija? ¡Claro que tenía que resultar! Ahí está ella, la princesa del poema Ojos de veladas lunas, ahora radiante, con más dinamismo y con aspecto ...

Cuando ronda la muerte

En realidad todos estamos a las puertas de la muerte. Cuando niños, mis hijos se asustaban cuando yo decía "no sé si mañana voy a amanecer muerta" pero es algo que siempre me ha quedado claro. Lo difícil es aceptar la otra muerte, la de alguien más. Y últimamente he pasado ya algunos sustos. Porque por más que sepamos que es un paso más, nos asusta tener que prescindir de quienes queremos, nos duele no verlos cuando se nos antoje, nos martiriza pensar en no tener más sus palabras... Y ahora pareciera que le toca a él, al más fuerte de mis hermanos. Todos son unos animalotes como siempre he dicho, pero él ha sido diferente. Si se marchó de la casa a los once años con un circo que visitaba Orizaba, es porque era diferente ¿no?. Pasaron años hasta que dimos con él y cuando volví a verlo parecía una estatua: enorme, bien formado, moreno y con un vozarrón que dejaba clara su presencia. Decidió como pocos que viviría la vida a su manera, y ha sido congruente. Por eso ahora me dice...