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Un texto sobre... ¿la tinta?




La vieja pluma fuente


Escribo sin parar, el bolígrafo no pinta, no extiende líneas oscuras ni dibuja letras. Comienzo una escritura invisible, como hablar en secreto, como decir sin voz. Pruebo a la tinta, reto a las palabras, intento obscenidades con la caligrafía...

La prueba de la tinta, entonces, sirve no sólo para dejar mis manos pintas, sino para escribir cualquier cosa.  Tal vez sea un buen recurso, escribir sin dejar rastro, escribir sin parar hasta que empiece la pluma como minúscula  locomotora a dejar motas negras y difusas.

Esta es la pluma que no deja salir tinta ni sabe cómo. Después de todo estuvo diez años guardada, es natural que haya perdido su memoria, que no recuerde su función ni su razón de ser, cuanto más que se trata de una simple pluma que se entiende será por lo mismo limitada. Por eso espera que yo ponga el remedio, y yo confío en que con sólo llenar de tinta su pulmón de tubo, comience, como decía, a dejar motitas negras en las hojas. 

Pero la pluma no funciona, se le olvida su razón, es limitada.

A nosotros nos sucede también olvidar nuestra razón de ser o nuestro origen; nos llenamos la vida con cualquier cosa que salga a nuestro paso y con el discurrir del tiempo sabemos que nos da miedo asomarnos a nosotros mismos, a ese pozo profundo que dejamos crecer adentro nuestro y que a lo mejor nos traga para que veamos el resultado de nuestro abandono, la negrura de su tedio y su vacío. Entonces mejor no miramos, como decir “no existe eso” nos comportamos y seguimos viviendo la vida no de frente sino sesgadamente, de manera furtiva para evitar encontronazos que nos coloquen en la penosa situación de no saber qué hacer.  Nos escondemos, levantamos el cuello del abrigo para que no nos vean los ojos, y seguimos, siempre seguimos como si avanzáramos pero inciertos como esta tinta que finalmente no sale, se asoma gris apenas, temerosa, sin saber que no es su palabra lo que aflora, sino lo que una mano mueve dictada por qué voz, por qué conciencia que quizá tampoco asoma, que justamente en este instante se retrae, se vuelve punto.

...Regreso, sigo en espera de una marca de tinta, que no vacile tanto, que no se siga negando a ennegrecerse como si temiera ser vista, como si no fuera su sino trazar signos oscuros.

Espero y desespero. Finalmente la tinta no pudo hallar su voz, no ha encontrado en mis signos su sentido, no ha podido salir, y ya desisto. 

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