Se acerca la visita de los hijos Mauricio y Ana, y eso me produce emoción pero también me lleva a tratar de recibirlos de la mejor manera posible en esta casa pequeñita que no tiene costumbre de huéspedes. Como tengo un ángel cuyas manos son fuertes, trabajadoras y creativas, mi estudio comenzó a experimentar ciertas modificaciones y arreglos. Que si más arriba, que si ya fue mucho, que si saco el mueble, que falta pintura, que la pared no quiere hoyos, que ya hay mucho polvo... el estira y afloja para ver materializarse una idea que tiene por afán ganar espacio para esos hijos que han sido estupendos anfitriones y para quienes deseo una estancia, aunque breve, cómoda y feliz...¡Estamos en cuenta regresiva!
Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad...
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