
El domingo ya noche llegó el maestro Merino con su hijo de su largo viaje de La Paz hacia acá. Luego de más de 17 horas arribaron sanos y salvos a mi casa. Los esperaba un sillón y un colchón con cobijas y de alguna manera consiguieron descansar antes de salir tempranísimo a la mañana siguiente porque el hijo debía seguir hacia Tecate.
Mi amigo salió a hacer diligencias por la ciudad y vino a la hora de la comida. Lo mejor de la comida: compartirla con amigos, Alex se nos unió. Tomamos vino blanco con las pechugas que hice aromatizadas con tomillo y una pasta de fideos con caldo de frijol.
En el camino él perdió su celular y ya no lo recuperó, por lo que anda un poquitín perdido.
Esta mañana nos amaneció a las seis y aprovechamos para ver un poco de futbol que para variar no tuvo nada de chiste.
Aquí uno de los cuadros que llegaron con él, que no necesita descripción ni elogios.
Ah, el verano, los amigos, el arte!
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