Hace seis años había terminado el propedéutico de introducción para ingresar a la UNAM y estaba en espera de recibir los resultados del examen de admisión. Llegó mi aceptación y para enero de 2015 ya estaba ingresando a la plataforma para conocer mis materias y todo eso. Vinieron muchísimos días y noches largos y dificultosos debido a mis limitaciones con los programas para hacer las diversas tareas y cumplir con los tiempos de entrega. Mi vida social se redujo considerablemente y debí conformarme con hacer solamente una que otra lectura de poesía, pocos talleres, mantuve mi sala de lectura los miércoles, mi taller de bordado los martes y el Festival Internacional de Poesía una vez al año. Todo con tal de seguir hasta terminar la carrera de Psicología.
Y sí, sabía que me tardaría pero a pesar de las dificultades no se me ocurría claudicar... hasta que vino el COVID y dio al traste con cuantos planes hubiéramos hecho. Yo esperaba que la universidad se pusiera a nivel y nos dejara entregar tareas fuera de tiempo pero la mayoría de las profesoras no pensó así, dijeron que "no podíamos parar a México" y entonces sí, me sentí defraudada, no podía con la incertidumbre y el dolor de tantas personas a quienes asistía yo por vía telefónica dando apoyo psicoemocional, veía cómo la muerte repentina de miles de personas en el mundo nos afectaba a todos, temía por mis seres queridos, estaba viviendo sola y en fin, en esos momentos, a un semestre de terminar, sí me dije y le dije a mis hijos que no me importaba no terminar, que estaba dispuesta a mandarlo todo al diablo.
Contra viento y marea y a un alto costo emocional y de salud entregué todos los trabajos pensando que no aprobaría el semestre y haciéndome a la idea de que no haría panchos si lo pasaba de panzazo y cuando vi que aprobé, me di por bien servida y me dispuse a relajarme para afrontar el que venía, ahora que ya sabía en qué condiciones estaríamos y que sería el final.
Durante la vacación me puse a pensar y diagramar mi documento recepcional o tesis y para cuando entramos de nuevo a clases ya tenía una idea clara de lo que haría de modo que todo fue investigar y construir y trabajar para concluir esa parte que es en la que me encuentro actualmente: terminando la última materia de la carrera y haciendo ya la presentación en diapositivas del documento que voy a defender.
Pero no siempre va todo miel sobre hojuelas porque resulta que me fracturé una muela cuyas complicaciones requieren una operación maxilofacial. Mi dentista solicitó a uno que acudiera para operarme, yo me apresuré a terminar mi documento para enviarlo a sinodales esa misma mañana y para las dos de la tarde me presenté al consultorio. Me recibieron mi dentista, el cirujano y dos asistentes y casi sin saludar me pidió instalarme en el sillón y se aplicó al procedimiento de ponerme el primer piquete de anestesia así nomás. Yo ya me había estado mentalizando desde que supe que me operarían porque claro que me dan nervios, así que estaba yo relajándome cuando escuché que dijo "ahora le voy a tener que dar un piquete en el paladar" y yo dije que no con la cabeza porque le quería pedir un poco de tiempo para hacerme a la idea. Para mi sorpresa, él dijo "no quiere, recojan todo". Las asistentes lo hicieron sin chistar, mi dentista estaba mudo o desaparecido y yo no podía hablar entre que me estaba haciendo efecto el piquete y que no podía creer lo que estaba haciendo el médico, que dijo que agendara otra cita.
Me salieron lágrimas sin que me diera cuenta porque necesito mucho esa intervención antes del día 29 que es mi examen y porque no puedo comer y porque tengo dolor y porque puse mucho de mi parte para estar ahí. Sin embargo, como pude me levanté del sillón y me dirigí a la salida acompañada por el dentista que dijo que me había dado un ataque de ansiedad y que así no podrían continuar.
Llegué a casa a llorar, a pensar, a tratar de figurarme qué hacer. La anestesia me tenía media boca dormida, con duras penas me pude tomar un relajante que me mandó a la lona en seguida y para las ocho de la noche quedé noqueada en mi cama.
Así que eso de cerrar ciclos sí que está de la patada por ahora.
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