Pues de todo como en botica:
toda la mañana estuve atendiendo a una videoconferencia para escribir el ensayo que había que entregar hoy en la escuela, así que me perdí la invitación a un desayuno. Terminé a la una y Bambi no estaba dispuesta a perdonar su paseo, de modo que salimos como siempre a la Alameda donde paseamos de lo lindo. Pero como me dio hambre, comencé a buscar dónde comer, cosa que al final fue frustrante porque sencillamente en ninguna parte me dejaban entrar con la nenita. "Es que hay comensales", me decían. O sea...
Fui a dejar a Bambi para poder comprar mi comida y comí en casa porque se está más a gusto si se come sola. Seguí haciendo los trámites necesarios para los pendientes de mañana y cuando vi ya era hora de salir corriendo al teatro a la segunda función del programa del Festival Cervantino.
No llegué cuando empezó pero dejaron que entrara. Era el concierto de un coro orquestal del que no sabía yo nada pero ahí nos informó el director que se trataba de una orquesta de personas que entraron a ese coro cuando estaban en secundaria y justo se habían vuelto a reunir. Llegaron de Querétaro, Acapulco, Mérida, Estados Unidos, para estar de nuevo reunidos y tocar, cosa que la mayoría habían dejado de hacer al salir de la secundaria. El profesor les seguía diciendo "estos niños" cuando indicaba que lo que habían estudiado entonces lo habían aprendido muy bien porque seguían siendo capaces de tocar juntos ahora.
El repertorio de la primera parte fue de música clásica. También tocaron el Huapango con adaptaciones del profesor para la armónica, las flautas de la secundaria y otros dos instrumentos y les quedó estupendo.
En la segunda parte abordaron música tradicional mexicana: estampas de Jalisco, el chotiz "Chapultepec", una polka y para rematar un popurrí de Cri Crí con el que la gente enloqueció. Todo muy emotivo: la gente acompañó con las palmas y coreó las canciones y los aplausos no dejaban ir al director. Al grito de "otra, otra", se sacaron un as de la manga al interpretar La Bamba, que a los pocos minutos de iniciado se acompañó con una pareja de jarochos que zapatearon como Dios manda y que son muy prestigiados.
El teatro estuvo a reventar y me llamó la atención una cosa: ayer que fue la inauguración del Cervantino los boletos costaban 100 y 150 pesos y el teatro estuvo abarrotado, pero igual que hoy, que la entrada fue gratuita.
Mientras escuchaba la música y admiraba el teatro, los efectos de las luces, las memorias que me traían las canciones y ese espacio en donde fui de niña a las matinées, no me cansaba de dar gracias por tener el privilegio de estar en un lugar que verdaderamente llena todos mis sentidos.
Sí, podrá tener sus altibajos, pero la vida es buena.
toda la mañana estuve atendiendo a una videoconferencia para escribir el ensayo que había que entregar hoy en la escuela, así que me perdí la invitación a un desayuno. Terminé a la una y Bambi no estaba dispuesta a perdonar su paseo, de modo que salimos como siempre a la Alameda donde paseamos de lo lindo. Pero como me dio hambre, comencé a buscar dónde comer, cosa que al final fue frustrante porque sencillamente en ninguna parte me dejaban entrar con la nenita. "Es que hay comensales", me decían. O sea...
Fui a dejar a Bambi para poder comprar mi comida y comí en casa porque se está más a gusto si se come sola. Seguí haciendo los trámites necesarios para los pendientes de mañana y cuando vi ya era hora de salir corriendo al teatro a la segunda función del programa del Festival Cervantino.
No llegué cuando empezó pero dejaron que entrara. Era el concierto de un coro orquestal del que no sabía yo nada pero ahí nos informó el director que se trataba de una orquesta de personas que entraron a ese coro cuando estaban en secundaria y justo se habían vuelto a reunir. Llegaron de Querétaro, Acapulco, Mérida, Estados Unidos, para estar de nuevo reunidos y tocar, cosa que la mayoría habían dejado de hacer al salir de la secundaria. El profesor les seguía diciendo "estos niños" cuando indicaba que lo que habían estudiado entonces lo habían aprendido muy bien porque seguían siendo capaces de tocar juntos ahora.
El repertorio de la primera parte fue de música clásica. También tocaron el Huapango con adaptaciones del profesor para la armónica, las flautas de la secundaria y otros dos instrumentos y les quedó estupendo.
En la segunda parte abordaron música tradicional mexicana: estampas de Jalisco, el chotiz "Chapultepec", una polka y para rematar un popurrí de Cri Crí con el que la gente enloqueció. Todo muy emotivo: la gente acompañó con las palmas y coreó las canciones y los aplausos no dejaban ir al director. Al grito de "otra, otra", se sacaron un as de la manga al interpretar La Bamba, que a los pocos minutos de iniciado se acompañó con una pareja de jarochos que zapatearon como Dios manda y que son muy prestigiados.
El teatro estuvo a reventar y me llamó la atención una cosa: ayer que fue la inauguración del Cervantino los boletos costaban 100 y 150 pesos y el teatro estuvo abarrotado, pero igual que hoy, que la entrada fue gratuita.
Mientras escuchaba la música y admiraba el teatro, los efectos de las luces, las memorias que me traían las canciones y ese espacio en donde fui de niña a las matinées, no me cansaba de dar gracias por tener el privilegio de estar en un lugar que verdaderamente llena todos mis sentidos.
Sí, podrá tener sus altibajos, pero la vida es buena.
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