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Los días sorprendentes

De repente pasa así, llega un día en que las cosas cambian y las rutinas se convierten en algo ajeno para dar paso a las sorpresas gratas y a días más felices.
Su presencia trajo ese aroma conocido: el cariño de siempre, la alegría constante. Unas cuantas horas de espera en Puebla y al siguiente momento ¡ahí está ella! radiante y hermosa como siempre, ¿más amiga que nunca o tan amiga como siempre? Ambas cosas, supongo: la amistad es así.
Hora tras hora en estos días, hemos compartido sorpresas, lugares, cosas y sabores experimentando intensamente cada una con la inmensa dicha de compartir. Porque recién escuché o vi por ahí que lo que uno da es la única cosa que crece al compartirse.

Trajo además hermosos anturios a la casa, ella que tanto sabe de flores y de plantas, mi maestra cada que descubre flores que aquí brillan tanto como las de su niñez y me indica sus nombres, cómo es que crecen, cuánto le gustan... A cada paso va encontrando retazos de su infancia ¡qué increíble! la aventura de venir no contemplaba estos hallazgos que para ambas son tan significativos: las dos nos estamos reencontrando con aquellas niñas que fuimos, algo que sin duda no sucede a menudo.
Por eso es que siempre he sido devota de la amistad, por eso tanto la atesoro: hacer un viaje largo para poder estar conmigo es un gesto tan generoso que sólo pido a la vida que lo sepa yo corresponder. Así es ella siempre, dadivosa hasta más no poder, no escatima nada de lo que pueda dar. Así han sido siempre todas mis maestras de la vida, por eso soy tan rica.
Que sea mi corazón tibia y perfumada morada permanente para tu cariño, querida Sue.

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