Lo normal sería hacer el recuento. Pero hay un enorme hueco en mi cabeza y en mi pecho. Como estar pasmada, suspendida en una corriente de aire que me lleva a no sé dónde, no sé cómo. No siento miedo, en realidad no siento nada. Es un compás de espera inusitado. Vendrá el tiempo de hablar, de agradecer -estoy segura- pero ahora, no hay palabras, no hay memorias, no hay sino esta inmovilidad y sensación de hallarme en estado suspendido del que no sé cuándo saldré. No siento nada.
Para los niños migrantes Temprano te salieron alas y esparces la ceniza de un vuelo inesperado. Vuelas hacia una tierra prometida que no existe , donde leche ni miel encontrarás. Encerrarán tu vuelo en jaulas y el miedo que aprendiste a dejar lejos regresará a morderte por las noches. Ningún río te besará con agua fresca, ninguna señal de la cruz sobre tu frente te va a guardar de la amargura. Somos testigos de la decapitación de tu infancia, de tu niñez hoy preñada de dolor, de pies cansados y ojos secos. Que la vergüenza nos cubra cada que te preguntes o que pidas, que el corazón nos duela hasta que tengas alas con vuelo renacido.
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