Ir al contenido principal

Decisiones

Sorpresiva, así es esta Navidad.  Quizá la última que viva a ras del mar, en la esquina del país. Digo quizá sólo por aquello de que Dios dispone, porque la decisión de marchar está tomada. Once años aquí intentando ser parte, queriendo sembrar un poquito de mí. Ciclos que terminan, ciclos que comienzan.
Los verdores infinitos me esperan allá, lejos. Las rumorosas aguas seguirán arrullando mi sueño como en la infancia, y los aromas germinales irán desatando mis memorias y emociones. Nuevos ciclos, nuevas aguas, reverdeceres que a estas alturas se antojan increíbles... nuevos temores, otros retos, más tesoros por descubrir para mi cofre de amistades.

Duelen un poco los cierres y las despedidas, aunque sean temporales y aunque en nuestras alforjas llevemos lo que necesitamos; un poco de tristeza no está mal, sólo quedarme atada a ella no me lo permito.

Amaneceres diferentes, sonidos mojados, visitas de neblina entrando por las ventanas para poner su encaje en las alcobas, y el río como un corazón en medio de la ciudad y de la gente, en medio de mí para que vuelva al nido del que una vez volé contra mi voluntad, envuelta en llanto cuando arrastré mi tristeza por las calles, bajo la niebla, aquella vez en que partí "para siempre" y lloré junto a cada árbol de la alameda, en los puentes de las calles, en las afueras de mis escuelas,  la noche previa a mi partida. Toda yo era una lágrima al dejar mi tierra, una hoja desprendida de su árbol a quien el viento llevaba a un lugar desconocido y lejano, sobre todo ajeno.

Una vez más me tocó aprender que no tengo raíces, que la errancia marcó mis pasos desde antes de darme cuenta y que era lo que debía aprender. Poco a poco supe entregarme a cada espacio, a cada sitio nuevo, a cada ciudad que me abría puertas, a toda la gente que ofrecía su corazón en cada parte.

Así otra vez: aquí me dejo pero a la vez me recojo para irme. Voy del agua del mar a la de la montaña y del desierto al bosque. Nuevos tiempos y retos, una vida que intenta renovarse, crecer y aprender para seguirse entregando.

Comentarios

Lo que más te gustó

Poema para los niños migrantes

Para los niños migrantes Temprano te salieron alas y esparces la ceniza de un vuelo inesperado. Vuelas hacia una tierra prometida que no existe , donde leche ni miel encontrarás. Encerrarán tu vuelo en jaulas y el miedo que aprendiste a dejar lejos regresará a morderte por las noches. Ningún río te besará con agua fresca, ninguna señal de la cruz sobre tu frente te va a guardar de la amargura. Somos testigos de la decapitación de tu infancia, de tu niñez hoy preñada de dolor, de pies cansados y ojos secos. Que la vergüenza nos cubra cada que te preguntes o que pidas, que el corazón nos duela hasta que tengas alas con vuelo renacido.

Esta mañana Dr. Chipocles

Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad

Recordando la vieja máquina de escribir...

Estoy fascinada porque un amigo me puso un programita en mi compu que hace que cuando escribo mis importantísimos asuntos, mi teclado suene como máquina de escribir... Es que recuerdo aquellos tiempos en los que las colegiaturas de mis hijos y nuestra manutención dependían de la velocidad y ritmo de ese mágico sonido... En esta foto, la imagen de la primera máquina eléctrica que me tocó usar, cuando llegué a la ciudad de México a trabajar en el Instituto de Ingeniería de la UNAM. Un tiempo después ésta fue mi favorita, la máquina de esfera, porque le podía cambiar los tipos de letra y hasta el color de la tinta porque había cintas de color sepia. Se me descomponía con frecuencia hasta que el técnico descubrió que yo era demasiado rápida al escribir y se trababa la esfera, já já. Además de trabajar en una institución, ponía anuncios en el periódico para mecanografiar trabajos. Desde luego lo más socorrido eran las tesis, hice muchas pero además me tocó hacer el directorio