Después de la noticia de que me habían editado 300 ejemplares de un poemario, había que recogerlo en Toluca. Es decir, 2,772 kilómetros lejos de aquí. Y había que recogerlos rápido. La fortuna que tengo en amigas sirvió para que una de ellas me hiciera favor de recogerlos al tiempo de ir por los suyos, y llevarlos a mi amado Valle de Anáhuac. ¡Otro avance!
Días después era hora de pedirle al hijín que los buscara en casa de mi amiga, pero las ocupaciones de un hombre importante no son fácilmente removibles o modificables, así que había que esperar.
Y de pronto ayer ¡zas! avisos telefónicos de que mis ejemplares iban camino a casa de mi hijo.
La historia viene de dos años atrás, cuando me animé a enviar una carpeta con textos y la idea de que no perdía nada enviándolos. Como al año me buscaron para que dijera un título que ahora no recuerdo. Y un año después, me avisan que fui seleccionada y que ya están. La paciencia tiene su recompensa en forma de inmensa alegría.
Ahora falta traerlos a Ensenada. ¿Cómo será que hagan el recorrido?
Días después era hora de pedirle al hijín que los buscara en casa de mi amiga, pero las ocupaciones de un hombre importante no son fácilmente removibles o modificables, así que había que esperar.
Y de pronto ayer ¡zas! avisos telefónicos de que mis ejemplares iban camino a casa de mi hijo.
La historia viene de dos años atrás, cuando me animé a enviar una carpeta con textos y la idea de que no perdía nada enviándolos. Como al año me buscaron para que dijera un título que ahora no recuerdo. Y un año después, me avisan que fui seleccionada y que ya están. La paciencia tiene su recompensa en forma de inmensa alegría.
Ahora falta traerlos a Ensenada. ¿Cómo será que hagan el recorrido?
Comentarios