En general, tengo que aceptar que no ha sido muy buena mi experiencia con los médicos: a mi hermano con enfermedad terminal lo trataron con crueldad, sin mínimo respeto durante el largo tiempo de su padecimiento. A mi madre le provocaron gravísima enfermedad debido a que por meses su médico familiar le suministró un medicamento sin considerar que era prohibido para ella, en su condición de diabética y eso desencadenó que tuviera tremendos desajustes en su organismo y estuviera hospitalizada en urgencias por un mes en el DF, donde estaba de vacaciones.
Pero como hoy es día del Médico, me pongo a recapitular y entonces me vienen a la memoria esos doctores del Instituto de Neurología y Neurocirugía, en la ciudad de México, que me "regañaron" por no haber llevado antes a mi hija siendo que el problema era, para variar, un mal diagnóstico previo.
Bueno, en ese instituto los médicos me parecieron verdaderos sabios pero además, comprometidos tanto con la ciencia como con las personas. Me sorprendió verlos tan jóvenes y tan sabios y resueltos, diciéndome las cosas como eran: duras, graves, pero ciertas, "porque tenía derecho a saber".
Entonces, coloco esa imagen de todos esos médicos de quienes no recuerdo nombres -porque al paso de los días y las noches se convierten en muchos y uno solo- y agradezco desde el fondo de mi corazón que hayan hecho todo lo que estuvo en sus manos para no dejarme huérfana de hija.
A esos médicos con alma que se ponen en la piel de los demás, a ellos brindo mi reconocimiento. A su tesón por entender lo que sucede en los cuerpos, y atender a los sentimientos que los habitan. A ellos que jamás dejan de quemarse las pestañas, a los que a medio sueño acuden a ver a sus pacientes con buenos modos, a los que tienen una sonrisa de aliento para los familiares, a los que se ven rendidos y dicen no estar cansados. A todos ellos, gracias!!!
Pero como hoy es día del Médico, me pongo a recapitular y entonces me vienen a la memoria esos doctores del Instituto de Neurología y Neurocirugía, en la ciudad de México, que me "regañaron" por no haber llevado antes a mi hija siendo que el problema era, para variar, un mal diagnóstico previo.
Bueno, en ese instituto los médicos me parecieron verdaderos sabios pero además, comprometidos tanto con la ciencia como con las personas. Me sorprendió verlos tan jóvenes y tan sabios y resueltos, diciéndome las cosas como eran: duras, graves, pero ciertas, "porque tenía derecho a saber".
Entonces, coloco esa imagen de todos esos médicos de quienes no recuerdo nombres -porque al paso de los días y las noches se convierten en muchos y uno solo- y agradezco desde el fondo de mi corazón que hayan hecho todo lo que estuvo en sus manos para no dejarme huérfana de hija.
A esos médicos con alma que se ponen en la piel de los demás, a ellos brindo mi reconocimiento. A su tesón por entender lo que sucede en los cuerpos, y atender a los sentimientos que los habitan. A ellos que jamás dejan de quemarse las pestañas, a los que a medio sueño acuden a ver a sus pacientes con buenos modos, a los que tienen una sonrisa de aliento para los familiares, a los que se ven rendidos y dicen no estar cansados. A todos ellos, gracias!!!
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