Tomar la determinación de estudiar ¡al fin! una licenciatura a distancia, fue un logro. Porque primero tenía que hacer la prepa en la misma modalidad, cosa que le meten a uno en tan sólo dos meses vertiginosos llenos de información prácticamente imposible de retener, pero en fin, la cosa es cobrar el curso y se acabó, quien pasó pasó y quien no pues qué mejor, ¡que repita!.
En mi caso me puse a tomar tutoriales de cuanta cosa en youtube para intentar pasar el CENEVAL y que lo voy pasando, así que seguía buscar el ingreso a la UNAM, que además de tener carreras a distancia, es gratuita.
Pues que agarro la guía de estudio y que me lanzo al examen al DF y con los polvos de la Madre Matiana que me mandaron todos ustedes, que voy pasando, otra vez, un examen.
Claro que mi sorprendida alegría no tenía límites, ya no había pretexto para no estudiar. Al propedéutico y a seguir con lo que me pusieran por delante.
Y que llegan las materias, que es donde mero me las vi negras. De la Filosofía sólo sabía que nadie -o muy pocos- la entienden. Claro que en la prepa jamás mencionaron siquiera la palabra. Y encontrarte de lleno con los sesudísimos textos de los no por eso menos interesantes filósofos de la historia, fue bastante avasallador.
Y aquí entran los tutores, como dice al principio. En esta materia estuve acompañada por una joven tutora que prácticamente me llevó de la mano para que entendiera cosas y pudiera exponer lo que había comprendido. Mi deficiencia académica abarcaba también el uso de herramientas computacionales para hacer mapas mentales o líneas del tiempo o presentaciones en diapositivas y cuando se lo manifesté me dijo que no importaba y que le enviara mis tareas en la forma en que pudiera.
En otra materia, cuando comenté mis deficiencias a la tutora, me hizo un test para saber cuál era, según mi personalidad, la mejor forma de estudiar para mi. Y claro que me ayudó muchísimo, lo mismo que su disposición para responder cualquier pregunta.
Esas tutoras y tutores son como faros en nuestra niebla de zozobra al navegar por los enormes y complicados mares del conocimiento. Sentir que tiene uno esas tablitas de salvación es muy valioso y reconfortante y nunca terminaré de agradecerlo.
Peeeeeero... hay otro tipo de tutores, los fríos y monosilábicos que en realidad son lo de menos, pues aunque parezca que lo hacen de mal modo te responden y ya es ganancia, nada de confianzas de pregunta lo que quieras y esas cosas. Bueno, son las tormentas en el océano.
Sin embargo, todavía hay otro tipo de tutores, que son los que llamo tiránicos. Empiezan sus indicaciones con el famoso "No puedes... y viene la larga lista de cosas. Además, después de hacer lo que piden, viene el : "si no respondes con determinado número de palabras, no lo hiciste bien aunque respondas las preguntas, y no tienes a derecho a comentar el trabajo de los demás, que por cierto deberás hacer tomando en cuenta únicamente los siguientes criterios y sólo podrás ver cuando hayas puesto tu propia participación y bla bla bla"... y como aparte de todo una no se queda callada, lo que recibe es una invitación a "tener la libertad de cambiarse de grupo".
Y todo esto lo remato con el amargo conocimiento de que un enorme porcentaje de alumnos es irregular, o sea que se atrasa en las inscripciones que les corresponden debido a sus calificaciones, y en éstas incide naturalmente el escenario social, sobre todo económico, para poder tener un buen rendimiento escolar, cosa harto difícil porque todos los alumnos irregulares trabajan y sus ingresos familiares van de mil a tres mil pesos.
Desde luego, existe la posibilidad de que cualquiera de los tutores del sistema haya surgido de estas estadísticas por demás crudas y dolorosas. Por eso con mayor razón me pregunto por qué entonces no tratan de apoyar más al alumno para que llegue sano y salvo a su ansiada orilla.
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