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De las fragilidades

Aunque sean avisos o falsas alarmas, hay momentos que nos ponen a pensar en la fragilidad de la vida. No en la frágil vida de los demás, sino en la propia.
Siempre he pensado que hay que estar lista en todo momento para emprender el viaje último, que quizá eso sea lo que quite el conocido temor a ese paso.
También he manifestado que no entiendo a los demás cuando tienen miedo al sentirse cerca del umbral...

Pero cuando soy yo quien siente cosas extrañas en cuestión de salud y el pensamiento que viene a mi cabeza es el de la posibilidad de estar en el lindero, lo que he sentido es eso, un poco de susto. Me pregunté por qué y traté de hacer recuento: no creo tener pendientes, la gente a la que quiero lo sabe, las cosas que he querido hacer las vengo haciendo, voy cumpliendo mis sueños paso a paso y hace mucho que concluí que no cambiaría mi vida porque me gusta ser lo que soy, he venido esculpiendo poco a poco esta especie de flor rudimentaria -pero al fin flor- olorosa y con cierta belleza que sabe apreciar al sol. 
Concluyo entonces que aunque lo he deseado o buscado, no tengo en realidad incorporado hasta los huesos el pensamiento de ser verdaderamente transitoria, que cada que he dicho que quizá mañana no despierte es un tanto superficial, no va hasta el fondo.
¿O será el hecho de estar sola? ¿Cómo será para cada uno saber que exhala su último suspiro en soledad? Y ahora pasamos al hecho de que la soledad es relativa, porque desde luego nadie nos acompaña en ese viaje. Así estemos rodeados de quienes queremos, vamos solos.
Entonces ¿temor a lo desconocido? ¿temor natural o soy miedosa?
Cómo saber de esas cosas si nadie ha venido a decirnos cómo es.
En mi caso no fue sino una sensación extraña y desagradable que me hacía sentir el cerebro desconectado y encogido, las ideas ausentes y la capacidad de pensar prácticamente nula, y por ser algo que nunca había experimentado, me pregunté si eso era todo, sí así se apaga una...

Pero pasó y no pasó nada. Aquí estoy escribiendo, reflexionando, queriendo a todos, pidiendo por todos sin ser más ni menos que antes de esa experiencia.
Seguiré por mi camino tratando de asentar en el fondo de mi cuerpo, mi cerebro y mi corazón que soy sólo pasajera y que mi viaje sólo de ida terminará sin aviso y sin demora cuando esté marcado.

Doy gracias a la vida por cuanto he tenido y tengo, que no cuenta en cosas materiales pero sí en fortunas que me dan los amigos con su calor, sus cuidados y sus preocupaciones; en lo que he recibido de desconocidos cuando he estado en necesidad o angustia: en lo que me dan mis hijos sin palabras; en la fidelidad de los corazones que desde hace tanto me acompañan; en el cariño inmenso de mis hermanas y hermanos, su reconocimiento inmerecido; y en fin en cada mota de polvo o de luz que baña cada segundo de mi vida. Gracias!



Diciembre 20, 2013

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