¡Qué días más bizarros! Del arrebato político al encuentro familiar, pasando por la inmovilidad dolorida del pie, la resistencia pacífica, el cacerolazo, el tropiezo con una amiga, y en esta última semana, el curso intensivo para el examen del Ceneval.
Fuera los desayunos en la Casita Country, el café o la comida con amigas, las horas en el Fb, los programas en la tele o las películas.
En este momento sólo pienso en la tarea de álgebra, el ensayo para la clase de Español, las fotocopias para repartir en la marcha, las llamadas pendientes, la tarea de Química, el baño para Nube, comprar el súper, ver los documentales para la clase de Historia, seguir con la intención de ir a ver la puesta del sol con una copa de vino... y todo eso mientras este país sigue enfermo, mientras tantos y tantos de mis paisanos siguen sin enterarse de que vivimos un fraude sin levantar una mano, en lo que muchos otros alzan sus voces, reparten volantes, convencen y se siguen convenciendo...
De repente me entran ganas de volver "a la normalidad", pero en seguida me arrepiento. No quiero esa calma de quien está avasallado mirando cómo sucede lo malo, lo injusto, lo indeseado. No quiero esa paz de quien voltea a mirar hacia otro lado como si con eso dejara de estar involucrado.
Nos toca vivir este desasosiego, hacer lo procedente, levantar puños y voces, convencer y seguir convenciendo...
Fuera los desayunos en la Casita Country, el café o la comida con amigas, las horas en el Fb, los programas en la tele o las películas.
En este momento sólo pienso en la tarea de álgebra, el ensayo para la clase de Español, las fotocopias para repartir en la marcha, las llamadas pendientes, la tarea de Química, el baño para Nube, comprar el súper, ver los documentales para la clase de Historia, seguir con la intención de ir a ver la puesta del sol con una copa de vino... y todo eso mientras este país sigue enfermo, mientras tantos y tantos de mis paisanos siguen sin enterarse de que vivimos un fraude sin levantar una mano, en lo que muchos otros alzan sus voces, reparten volantes, convencen y se siguen convenciendo...
De repente me entran ganas de volver "a la normalidad", pero en seguida me arrepiento. No quiero esa calma de quien está avasallado mirando cómo sucede lo malo, lo injusto, lo indeseado. No quiero esa paz de quien voltea a mirar hacia otro lado como si con eso dejara de estar involucrado.
Nos toca vivir este desasosiego, hacer lo procedente, levantar puños y voces, convencer y seguir convenciendo...
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