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Sobre las amistades que zozobran...

Es interesante -por más que a veces duela- darse cuenta de vez en cuando de qué calibre son las amistades que tenemos, cuánto resisten si se tira de sus cuerdas, dónde está lo más delgado que las hace romperse.
Y claro, es triste observar que la idea propia le daba más resistencia de la que quizá tenía a esos hilos que por mi parte he venido tejiendo a lo largo de mi vida, un poco a veces como Penélope, según requieran el hilo o la puntada.
Porque hay tejidos que se dan casi solos, de una manera maravillosa que me permite contemplar el largo tramo de vida que contienen, los distintos tonos y variadas puntadas.
Sólo a veces, por fortuna escasas, he tenido que ver romperse el hilo. Y eso, toda tejedora sabe, no es ningún final, porque siempre queda la posibilidad de recurrir al nudo cuando los dos extremos lo permiten para seguir un derecho y un revés, y a veces, por qué no, alguna basta que haga lucir mejor lo que se teje.

Esta vez no lo sé, me resisto a haberme equivocado y quiero pensar que el hilo sólo está atorado. Mi aguja no tuvo el calibre adecuado, las manos no fueron tan expertas o la puntada resultó difícil, puede ser. Pero he tejido mucho, por tanto tiempo, y no puedo guardar en el olvido esa ovillo de estambre que empecé a desenredar con tanto empeño.
No creo que haya paredes que detengan la urdimbre, y sé que no hay hermanas que no enlacen los hilos. Seguiré desbarantando hasta encontrar el modo de seguir tejiendo.

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