Es tan pequeña y ligera que uno corre el riesgo de no verla. Su gracia la acompaña por doquiera y el silencio la rodea. A veces se asoma para recibir más sol y se blanquea dando la impresión de que su cuerpo es aperlado. Tiene vocación de diva porque cuando está gris se deprime y arrincona y cuando recupera su lancura resplandece.
Hace mucho que la miro, he aprendido a conocer su lenguaje y sé, porque me lo demuestra, que ella sabe lo que digo cuando me dirijo a ella.
Cuando duerme, me pregunto qué sueña, porque sólo entonces cobra voz: nunca he sabido a quién le ladra cuando sueña agitando su pelusa reluciente.
Hace mucho que la miro, he aprendido a conocer su lenguaje y sé, porque me lo demuestra, que ella sabe lo que digo cuando me dirijo a ella.
Cuando duerme, me pregunto qué sueña, porque sólo entonces cobra voz: nunca he sabido a quién le ladra cuando sueña agitando su pelusa reluciente.

Comentarios