Mientras leo en la computadora, escucho un ruido como de animal moviéndose. Me llama la atención pero no quiero despegarme de la lectura. Además me encontré un juego y menos caso le puedo hacer a esos sonidos como de pequeños golpes secos y graves.
Por fin me harté del juego y al cerrar mi computadora escucho -ahora sí claramente- los sonidos.
Sonrío porque me sorprendo: ¡Es lluvia! brevísima, silenciosa. La llovizna es tan fina que lo que oigo son las gotas que se fan formando y escurren de los techos. Por eso lo golpeado del sonido, contrario a esa lluvia sigilosa, encaje de rocío que rodea a la noche vistiéndola de encanto y de misterio, las calles con sus halos cálidos en los faroles, y el corazón, aposentado frente al fuego de un recuerdo.
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