Cuando niña nunca supe nada de Santa Claus, sólo conocía de los Santos Reyes. A nosotros no nos traían nada, la verdad es que no se nos decía por qué razón pero en todos lados escuchábamos que si no te portas bien no te traen nada. Así que como era lo que siempre nos machacaban nuestros padres, pues ya qué, quizá un poco resentidos nos conformábamos pensando que era nuestra culpa.(Pero no, ya lo sé, porque SIEMPRE intentamos ser buenos).
Al menos a otros niños les traían juguetes que nos gustaba mirar y en algunos casos hasta nos invitaban a jugar con ellos, como el caso de Carmelita que vivía frente a la casa de mi abuelo y me invitó a a estrenar su juego de té. Era muy linda su casa, no había yo visto otra igual, con muebles bellos y finos, y su mamá hermosa y amable nos llevó galletitas para el té, fue inolvidable porque en aquel tiempo recién sacaron los juegos de té que parecían juegos de plata y bueno, nos creíamos las grandes personas tomando el té en aquella casa cálida, acogedora y hermosa, tan lejos de lo que yo vivía por entonces.
También recuerdo haberle visto quizá a una prima un jueguito de vasos de vidrio verde que eran de lo más hermosos, eran más bien tarritos y se me hacían una maravilla. Las muñecas me gustaban menos pero las de papel me enloquecían porque podía yo hacerles diseños con las hojas de mi cuaderno. Tía Tere guardaba en el asiento de su piano una gran colección de esas muñequitas y me permitía jugar con ellas, había unas de princesa que me encantaban.
Aunque no tuviéramos juguetes en Día de Reyes, muchos niños sabíamos jugar con cualquier cosa, incluso con piedritas o escobas, que se convertían en corceles en nuestras historias...
Así que como ven, la vida siempre tiene un balance, sólo tenemos que aprender a verlo.
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