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La punta de una espinita

Todavía corren vientos de febrero loco, el techo de madera de mi casa me deja oír los susurros del raspón que le hace la tierra que se cuela por debajo de las puertas y si me descuido, al rato ya será jardín aquí. Porque así es Ensenada, mucho polvo, por eso se llama La Cenicienta del Pacífico.
El clima, como en el resto del país, totalmente loco por causa, naturalmente, de nuestros desvaríos humanos a lo largo del tiempo.

A últimas fechas mi alma errabunda como que comienza a empujarme para otro lado, como si aquí ya se hubiera cumplido la misión y fuera necesario un viaje para seguir encontrando cosas. Es mi sino, hace mucho lo acepté: mis casas no tienen raíces, mis lugares están en todas partes.

Es la punta de una espinita lo que tengo, un pequeño ardorcillo que me dice "muévete" ¿y por qué no, mientras se pueda? mientras mi columna no termine por decir "ya basta" supongo que seguiré devorando kilómetros, a veces para alejarme, a veces para acercarme. Viajar, viajar, despedirme, llegar, dejar, encontrar.

Quién sabe. Habrá que ver qué pasa con la espina.

Comentarios

Alex Escalante ha dicho que…
Qué padre quedó tu blog con su nuevo estilo, felicidades!

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