Ir al contenido principal

Ayotzainapa y todo lo demás

Nos persiguen de noche los rostros de esos chicos, las lágrimas de sus madres que nos queman las mejillas, nos arden el corazón, prenden la rabia que traíamos escondida.
Nos apagan la voz pero nos sacan el grito y nos escuchan cerca y lejos, y nos apretujamos en un solo corazón que somos todos, con un mismo dolor.
De niña tuve patria, estoy segura, o no estaría sintiendo que se me ha perdido, que las estrellas no saben de su paradero porque es cosa de bichos y alimañas donde ahora se hospeda.
Ayotzinapa me muerde el corazón, me trae el rostro asesinado de mi Bety Cariño, mi amiga pitaya roja que se murió en la raya llevando ayuda en una caravana, que me llevó a leer poesía a su Radio Rabiosa comunitaria, que organizó tantos talleres para que yo compartiera en cárceles y escuelas. Ayotzinapa me recuerda a mis tres camaradas poetas con hermanos o familiares desaparecidos, me recuerda mi azoro gritando por Acteal, y, más lejos, mi boteo por la gente de Nicaragua cuando su revolución, a escondidas de mis jefes porque trabajaba yo como burócrata.
Quisiera recordar aquella patria, la que ha veces he visto palpitando cuando la tierra está mojada y sus olores embriagan. Cuando he contemplado absorta la belleza morena de los niños de ojos oscurísimos y limpios que todavía no han quitado las envolturas a su corazón.
Quisiera recordar la fuerza con la que yo empujaba cada día para poder tener el pago de mi renta, la comida de mis hijos, sus colegiaturas, nuestras modestas vacaciones, las tardes como de rifa cuando rompíamos alcancías "para ir a despilfarrar" en helados o discos...
Y NO quisiera que corriera esta tristeza mojándome la cara, punzando el corazón con esa espina de nostalgia, y no quisiera que se haga agua en mi esperanza, no me quiero hundir, me niego a rendirme y extiendo mi mano, te la extiendo a ti, para seguir...

Comentarios

Lo que más te gustó

Esta mañana Dr. Chipocles

Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad...

Sorprendente

Hoy tocó la revisión médica de Paola aquí en Ensenada. Le habían pedido que se hiciera unos estudios para ver las condiciones del hígado y una biometría hemática. Tiene ya casi un mes que le disminuyeron los medicamentos, y en lugar de 39 pastillas semanales, ahora toma nueve. La sorpresa para la doctora y la enfermera que la atienden, fue que los resultados del hígado son normales, y no tiene anemia. Dijeron que en 20 años, es la primera persona a quien se da un tratamiento intensivo por seis meses y además, no aparecen secuelas del medicamento. Sí, sorprendente, pero ¿sorprendente? ¿Y las veladoras con las mejores intenciones que llevaron mis amigas poetas a la Catedral en Oaxaca? ¿Y todas esas energías positivas que desde el fondo de sus corazones me enviaron familiares, amigos, conocidos y hasta desconocidos cuando me veían penando por mi hija? ¡Claro que tenía que resultar! Ahí está ella, la princesa del poema Ojos de veladas lunas, ahora radiante, con más dinamismo y con aspecto ...

Cuando ronda la muerte

En realidad todos estamos a las puertas de la muerte. Cuando niños, mis hijos se asustaban cuando yo decía "no sé si mañana voy a amanecer muerta" pero es algo que siempre me ha quedado claro. Lo difícil es aceptar la otra muerte, la de alguien más. Y últimamente he pasado ya algunos sustos. Porque por más que sepamos que es un paso más, nos asusta tener que prescindir de quienes queremos, nos duele no verlos cuando se nos antoje, nos martiriza pensar en no tener más sus palabras... Y ahora pareciera que le toca a él, al más fuerte de mis hermanos. Todos son unos animalotes como siempre he dicho, pero él ha sido diferente. Si se marchó de la casa a los once años con un circo que visitaba Orizaba, es porque era diferente ¿no?. Pasaron años hasta que dimos con él y cuando volví a verlo parecía una estatua: enorme, bien formado, moreno y con un vozarrón que dejaba clara su presencia. Decidió como pocos que viviría la vida a su manera, y ha sido congruente. Por eso ahora me dice...