Ésta es la nueva era
parida con la rotura gigantesca
de una vida quemada por el rayo.
Es la nueva canción entre las venas,
adormecida, tímida,
calma de pera verde entre los huertos.
Nueva morada, nueva casa,
alto de luz en el umbral,
clavel rosado encima de la mesa,
jaula sin pájaros, sólo con alas.
Casa que vuela por las noches
cuando la luna,
cuando el sueño.
Que apacigua
el motor rumoroso de su centro
donde vidas minúsculas
cobran importancia,
se asoman sin la amenaza de los pasos,
suben o bajan escalones
averiguan si ya es profundo
el sueño de quien duerme,
propinan el pinchazo
gota de sangre que garantice
un poco más de vida
y terminó la madrugada,
los gallos rompen la noche a picotazos
se asoma la mañana
velos de luz le dan fisonomía a las cosas
los objetos recobran su sentido
y en la cama
esa mujer a punto de dejar los sueños
la calidez de las mantas que la arropan,
las horas en que fue a otros mundos.
Se tensan poco a poco los músculos,
se recobra a sí misma,
cambia el ritmo de su respiración,
abre los párpados aunque todavía no vea.
No pudo ver la huída
de las vidas diminutas hacia la madirguera.
Ahora es turno de ella,
pone los pies en el piso como si detuviera
el giro de los sueños,
se incorpora.
Esa mujer comienza el nuevo día
sin darse cuenta
de que su vida se quedó en la noche
parida con la rotura gigantesca
de una vida quemada por el rayo.
Es la nueva canción entre las venas,
adormecida, tímida,
calma de pera verde entre los huertos.
Nueva morada, nueva casa,
alto de luz en el umbral,
clavel rosado encima de la mesa,
jaula sin pájaros, sólo con alas.
Casa que vuela por las noches
cuando la luna,
cuando el sueño.
Que apacigua
el motor rumoroso de su centro
donde vidas minúsculas
cobran importancia,
se asoman sin la amenaza de los pasos,
suben o bajan escalones
averiguan si ya es profundo
el sueño de quien duerme,
propinan el pinchazo
gota de sangre que garantice
un poco más de vida
y terminó la madrugada,
los gallos rompen la noche a picotazos
se asoma la mañana
velos de luz le dan fisonomía a las cosas
los objetos recobran su sentido
y en la cama
esa mujer a punto de dejar los sueños
la calidez de las mantas que la arropan,
las horas en que fue a otros mundos.
Se tensan poco a poco los músculos,
se recobra a sí misma,
cambia el ritmo de su respiración,
abre los párpados aunque todavía no vea.
No pudo ver la huída
de las vidas diminutas hacia la madirguera.
Ahora es turno de ella,
pone los pies en el piso como si detuviera
el giro de los sueños,
se incorpora.
Esa mujer comienza el nuevo día
sin darse cuenta
de que su vida se quedó en la noche
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