El ferrocarril. Enorme gusano de acero de respiración aparatosa, atraviesa el esqueleto de los paraísos conquistando las cumbres. A lo lejos, en el fondo, ríos como hilos perdidos en el costurero con dedales de piedra y algodones de musgo. Cuando los túneles me salta el corazón: ninguna luz indica cuál camino y el bufido traca traca me ensordece, cierro los ojos y tapo mis oídos cuando por fin se hace la luz de nuevo y todo es verde, huele a tierra y adivino cosas que pasan velozmente. El mareo me hace fijar la mirada en los puntos distantes. Me dispongo a cazar las curvas que me permiten ver el cuerpo del animal, ubicar su cabeza y sentirme ufana de ir sentada en su panza. Las estaciones son iguales pero diferentes, hay acentos distintos en el modo de hablar, hay aromas que no conocía y sabores que nunca había probado. Pero en todas, las mujeres llegan con canastos cubiertos por manteles blanquísimos, bordados, ofreciendo sus manjares domésticos. Los niño...
Retrato de mis días, aventuras en la pintura, la poesía y demás estancias