Vine al DF a Ciudad Universitaria para inscribirme y al terminar entré a visitar el museo Universum para terminar comiendo su restaurante... y Héctor se hace presente de una manera vivísima, primero porque recién anoche su hija me entregó el portafolios donde él guardaba, por año, todos los recuerdos que tenía de mí y una libreta en donde escribió que me querría hasta el último de sus días, como cumplió; y luego porque yo sé que él tenía una liga especial con ese lugar. En el restaurante hay una música de piano y un ambiente idénticos a esos lugares y esos días que compartimos, cuando le gustaba ponerse al piano y tocar mis piezas favoritas. No puedo evitar llorar y el atento y discreto mesero voltea para otro lado tratando de no apenarme y el trago de café es muy amargo pero rico igual que los recuerdos que ruedan por mis mejillas frías y solas; igual que esa imagen del rostro querido al cual mi destino se ató de forma indisoluble hace más de treinta años. Aunque él ya no esté tomán...
Retrato de mis días, aventuras en la pintura, la poesía y demás estancias