A esa casa yo llegué por un motivo diferente pero como “a donde fueres, has lo que vieres” la situación cambió. Los niños de esa casa grande llena de cuartos y de objetos valiosos amontonados por todos lados querían ponerse a pintar y no sabían cómo empezar con tantos materiales que tenían: los lápices prismacolor estaban distribuidos o tirados por varias partes, y los cuadernos profesionales de papel para pintar estaban usados de la peor manera, con las hojas cortadas de cualquier forma y arrugadas. Yo sólo me quedé pensando en los niños de mis talleres, que tienen que usar crayolas partidas en tres para que nos alcancen… pero me puse a mostrarles cómo se separan las hojas cuidadosamente, con una navaja. El caso es que les dije que les enseñaría a mezclar siete colores para que hicieran todos los que quisieran con pintura, pero a la hora de escogerlos no pude recordar bien el orden en que van en la paleta y estuve batallando. De pronto entró una muchacha que me pareció conoci...
Retrato de mis días, aventuras en la pintura, la poesía y demás estancias