A esa casa yo llegué por un motivo diferente pero como “a donde fueres, has lo que vieres” la situación cambió. Los niños de esa casa grande llena de cuartos y de objetos valiosos amontonados por todos lados querían ponerse a pintar y no sabían cómo empezar con tantos materiales que tenían: los lápices prismacolor estaban distribuidos o tirados por varias partes, y los cuadernos profesionales de papel para pintar estaban usados de la peor manera, con las hojas cortadas de cualquier forma y arrugadas. Yo sólo me quedé pensando en los niños de mis talleres, que tienen que usar crayolas partidas en tres para que nos alcancen… pero me puse a mostrarles cómo se separan las hojas cuidadosamente, con una navaja.El caso es que les dije que les enseñaría a mezclar siete colores para que hicieran todos los que quisieran con pintura, pero a la hora de escogerlos no pude recordar bien el orden en que van en la paleta y estuve batallando. De pronto entró una muchacha que me pareció conocida y me dijo que estaba interesada en comprar mi joya pero que se la dejara un tiempo más para poderse decidir. Algo tiene mi cabeza porque tampoco recuerdo de qué habla, cuál joya, yo ni tengo… ¿Me puedes recordar por favor cuál es la que te dejé? le dije aparentando naturalidad, y sacó de su bolso una cartera ¡de piel de cocodrilo!Me hice cruces: ¿yo de dónde la saqué? Debe haber sido un regalo de alguien que no me conoce y quise deshacerme de eso. Pero justo cuando trato de hacer memoria la chica escucha ruidos en la extraña ventana pequeña en forma de arco que está a poca altura del piso y la abre, dando paso una ave totémica parecida a un búo pero no es esponjosa sino lisa, no sé cómo cupo si está grande, y se queda parada sobre una jaula vacía. A regañadientes me acerco al pájaro porque la chica sabe que me gustan los animales y me pide que lo toque. Al extender mi mano el ave la toma abarcándola toda con sus patas negras de uñas filosas y me da miedo ver tan cerca de mí ese pico también negro como de águila. Quiero retirar mi mano pero el ave se resiste y aprieta… señal de que debo despertar.
A esa casa yo llegué por un motivo diferente pero como “a donde fueres, has lo que vieres” la situación cambió. Los niños de esa casa grande llena de cuartos y de objetos valiosos amontonados por todos lados querían ponerse a pintar y no sabían cómo empezar con tantos materiales que tenían: los lápices prismacolor estaban distribuidos o tirados por varias partes, y los cuadernos profesionales de papel para pintar estaban usados de la peor manera, con las hojas cortadas de cualquier forma y arrugadas. Yo sólo me quedé pensando en los niños de mis talleres, que tienen que usar crayolas partidas en tres para que nos alcancen… pero me puse a mostrarles cómo se separan las hojas cuidadosamente, con una navaja.El caso es que les dije que les enseñaría a mezclar siete colores para que hicieran todos los que quisieran con pintura, pero a la hora de escogerlos no pude recordar bien el orden en que van en la paleta y estuve batallando. De pronto entró una muchacha que me pareció conocida y me dijo que estaba interesada en comprar mi joya pero que se la dejara un tiempo más para poderse decidir. Algo tiene mi cabeza porque tampoco recuerdo de qué habla, cuál joya, yo ni tengo… ¿Me puedes recordar por favor cuál es la que te dejé? le dije aparentando naturalidad, y sacó de su bolso una cartera ¡de piel de cocodrilo!Me hice cruces: ¿yo de dónde la saqué? Debe haber sido un regalo de alguien que no me conoce y quise deshacerme de eso. Pero justo cuando trato de hacer memoria la chica escucha ruidos en la extraña ventana pequeña en forma de arco que está a poca altura del piso y la abre, dando paso una ave totémica parecida a un búo pero no es esponjosa sino lisa, no sé cómo cupo si está grande, y se queda parada sobre una jaula vacía. A regañadientes me acerco al pájaro porque la chica sabe que me gustan los animales y me pide que lo toque. Al extender mi mano el ave la toma abarcándola toda con sus patas negras de uñas filosas y me da miedo ver tan cerca de mí ese pico también negro como de águila. Quiero retirar mi mano pero el ave se resiste y aprieta… señal de que debo despertar.
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