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Una equivocación

Hacía mucho que no veía a mi tía Tere y por eso me alegra tanto que esté aquí en casa ahora. Voy sacando las cartas que tenía guardadas en cajas, y nos ponemos a recordar las de aquella época tristísima que leíamos juntas y llorando, me acuerdo vivamente del dolor que me laceraba y vuelvo a tener un vuelco en el corazón al recordarlo.
Mi tía y yo nos miramos sabiendo que ya pasó y estoy sana pero nos abrazamos igual que en aquel tiempo. Su cabello rojo hasta la cintura la sigue haciendo verse hermosa como entonces.
Vámonos a buscar lo que necesitas, me dice mientras se alista y salimos. Caminamos por calles llenas de hermosos edificios coloniales hasta llegar a una cuchilla cuyo pico es una taquilla de entrada al edificio famoso que tiene las paredes llenas de murales. ¿Quieres visitarlo? le digo. Ahora no, lo que necesitamos es saber en dónde tienes que hacer tu trámite. Me acerco a preguntar en la taquilla y resulta que es aquí. Entonces sí mi tía puede ir a recorrer los murales.
El hombre solicita mis datos y número de matrícula para ver si estoy en el listado de los aprobados. "No aparece, ese número no existe". Yo con cara de what. Lo repito para que lo verifique, se tarda un poco. Ya sé lo que pasa -me dice- usted solicitó una beca artística pero está en la facultad de psicología y no se la pueden dar.
La noticia me hace despertar de malas y con el corazón apachurrado.

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