Sé que no es así: no hice únicamente tres poemas en este
año. Porque sé que pensé un poema cuando miraba la luna, cuando vi al sol sobre
las montañas al fondo de la ciudad, cuando escuché reír a los niños que vienen
de la escuela, cuando vi la sonrisa plena de una mujer humilde, cuando observé
a los ancianos jugando dominó en el parque, cuando cantaron los pájaros afuera
de mi ventana, cuando florecieron mis macetas, cuando vi dormidas a mis perras,
al hacer una oración dando gracias o pidiendo.
La poesía está en la vida, en los aconteceres que cambian
como cada hora del día. Nos llena de aire puro, nos endulza los caminos, nos
facilita deambular por las apuraciones. La poesía está a la vista de todos,
sólo hay que leerla, encontrar sus versos en los ojos de los niños, en las olas
que llegan a la playa, en los barcos que se alejan, en las estrellas que se
cuelgan de nuestro techo universal.
Hay que aprender a leer a la poesía en cada uno de nuestros
vericuetos y sentirla, palparla, degustarla, probárnosla como una prenda,
perfurmarnos con ella. Cómo no va a ser poesía el rotundo sabor de una fruta,
el aroma perfumado de las flores, la forma algodonosa de las nubes…
Por favor, lea poesía cuando salga de su casa o cuando llegue,
al abrir la puerta de su morada sienta la poesía, al aspirar el olor de su
café, al enfundarse una piyama, al arropar a una criatura. Lea poesía cuando la
luna le haga una visita luminosa y redonda, cuando note la yerba creciendo
entre el cemento, cuando por su ventana pase un colibrí, cuando sin saber por
qué, sonríe. Cuando sienta que el
corazón se le revienta de amor, por favor, lea poesía.
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V.A.